lunes, 28 de junio de 2010

Baltasar Garzón y lo que ahora está en juego

El Director de Le Monde Diplomatique, edición española, Ignacio Ramonet, en fecha 19/05/2010, escribió el artículo que leerán a continuación y trata acerca del caso del juez español Baltasar Garzón. Lectura de naturaleza obligatoria y esclarecedora.


LA DERECHA NO PERDONA
Por Ignacio Ramonet
“Disparatado”, “extravagante”, “inaudito”... La prensa mundial, las asociaciones de defensa de los derechos humanos y los más eminentes juristas internacionales no salen de su estupor. ¿Por qué la justicia española, que tanto hizo estos últimos años para reprimir los crímenes de lesa humanidad en distintas partes del globo, quiere sentar en el banquillo a Baltasar Garzón, el juez que mejor simboliza el paradigma contemporáneo en la aplicación de la justicia universal?
Los medios internacionales recuerdan los méritos del “superjuez”: su trascendental papel en el arresto del dictador chileno Augusto Pinochet en Londres, en 1998; su denuncia de las atrocidades cometidas por los militares en Argentina, Guatemala y otras dictaduras latinoamericanas; su empeño en desmantelar a los GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación) y en enviar a los tribunales a Felipe González; su oposición a la invasión de Irak en 2003, y hasta su reciente viaje a Honduras para advertir a los golpistas que los delitos de lesa humanidad son imprescriptibles.
Como juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón ha encausado a unos mil activistas de la organización ETA (la derecha sugirió que se le concediera por eso el Premio Nobel de la Paz…). Lo que ha dado lugar a críticas, en particular su decisión de ordenar, en 1998, el cierre del diario Egin. O sus órdenes de detención, bajo régimen de incomunicación, de personas acusadas de terrorismo. Organismos como el Comité para la Prevención de la Tortura, del Consejo de Europa, reclaman la abolición de esa modalidad de detención. También se ha criticado la inmoderada afición del “juez estrella” por los primeros planos mediáticos.

En cualquier caso, Garzón ha demostrado ser un juez alborotador, independiente e incorruptible. Por eso ha acumulado tantos adversarios y se ve perseguido hoy por los corruptos de la trama “Gürtel” (1) y los herederos del franquismo. En el Tribunal Supremo hay, en efecto, tres denuncias contra él. Una sobre unos honorarios que habría percibido por unas conferencias en Nueva York patrocinadas por el Banco de Santander. Otra sobre unas escuchas telefónicas ordenadas en el marco de la investigación sobre la red «Gürtel». Y la principal: por investigar los crímenes del franquismo.
Tres organizaciones ultraconservadoras lo acusan de “prevaricación” (2) por haber iniciado, en octubre de 2008, una investigación sobre las desapariciones durante la Guerra Civil española de más de cien mil republicanos (que siguen yaciendo en las cunetas y fosas, sin derecho a un entierro digno) y sobre el destino de 30.000 niños arrebatados a sus madres en las cárceles (3) para ser entregados a familias del bando vencedor durante la dictadura franquista (1939-1975).

Si lo declaran culpable, Garzón se enfrenta a una suspensión de entre diez y veinte años. Sería el fin del juez. Y sería una vergüenza. Porque, en el fondo, este asunto gira en torno a una cuestión central: ¿qué hacer, desde el punto de vista simbólico, con la Guerra Civil? La decisión administrativa tomada en 1977, con la Ley de Amnistía (que, en lo inmediato, buscaba esencialmente sacar de prisión a cientos de detenidos de izquierda), fue de no hacer justicia y de no encarar ningún tipo de política de memoria.
Obviamente, a 71 años del final del conflicto, y al haber desaparecido, por causas biológicas, los principales responsables, hacer justicia no consiste en llevar materialmente a los acusados de crímenes abominables ante los tribunales.
Éste no es sólo un asunto jurídico. Si tanto apasiona a millones de españoles es porque sienten que, más allá del caso Garzón, lo que está en juego es el derecho de las víctimas a una reparación moral, el derecho colectivo a la memoria, a poder establecer oficialmente, sobre la base de las atrocidades demostradas, que el franquismo fue una abominación. Y que su impunidad es insoportable. Poder enunciarlo, proclamarlo y mostrarlo en “museos consagrados a la Guerra Civil”, por ejemplo; en los manuales escolares de historia; en días de solemne homenaje colectivo, etc. Como se hace en toda Europa en solidaridad con las víctimas del nazismo.
Los partidarios de la “cultura del ocultamiento” acusan a Garzón de querer abrir la caja de Pandora y enfrentar de nuevo a los españoles. Insisten en que también en el otro bando se cometieron crímenes. No acaban de entender la especificidad del franquismo. Se comportan como un periodista que, deseando organizar un “debate equilibrado” sobre la Segunda Guerra Mundial, decidiese: “Un minuto para Hitler y un minuto para los judíos”.

El franquismo no fue sólo la guerra (en la que el general Queipo de Llano afirmaba: “Hay que sembrar el terror eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensan como nosotros.”); fue sobre todo, de 1939 a 1975, un régimen autoritario de los más implacables del siglo XX, que usó el terror de forma planificada y sistemática para exterminar a sus oponentes ideológicos y atemorizar a toda la población. Afirmar esto no es una consideración política, sino una constatación histórica.
La Ley de Amnistía condujo a imponer, sobre la “banalidad del mal” franquista, una suerte de amnesia oficial, una “escotomización”, o sea un mecanismo de “ceguera inconsciente” (en este caso, colectiva) mediante el cual un sujeto hace desaparecer hechos desagradables de su memoria. Hasta que un día regresan a borbotones, en un estallido de irracionalidad.
Es lo que ha querido evitar el juez Garzón. Revelar la naturaleza malévola del franquismo, para que la historia no pueda repetirse. Nunca más.


1 Que afecta a personalidades del Partido Popular (PP, derecha), en especial al empresario Francisco Correa y al presidente de la Comunidad Autónoma de Valencia, Francisco Camps.
2 La prevaricación consiste en que una autoridad dicte una resolución en un asunto administrativo o judicial, a sabiendas de que dicha resolución es injusta. Es un delito sancionado por el Código Penal español (título XIX, cap. 1°, art. 404).
3 Ricard Vinyes, Irredentas. Las presas políticas y sus hijos en las cárceles franquistas, Planeta, Barcelona, 2002. Ver el documental Els nens perduts del franquisme (Los niños perdidos del franquisme (Los niños perdidos del franquismo), de Montserrat Armengou y Ricard Belis.

martes, 22 de junio de 2010

Entrevista a Antonio Cisneros

Hace algunos años, me parece que el 2003, Antonio Cisneros viaja a España, allí concede la entrevista que encuentran a continuación y que fuera publicada en la página http://www.poesiadigital.es/index.php?cmd=entrevista&id=23.
Hay que señalar que este último 08/06/2010 Antonio Cisneros fue galardonado con el Premio Pablo Neruda a la Poesía, obviamente otorgado en Chile, y que de alguna manera se convierte en un reconocimiento necesario, justo y sobre todo absolutamente merecido al poeta peruano, de quien además (perdón por la lisonja) guardo el mejor de los recuerdos.
Desde aquí un abrazo al Toño.


LA POESIA ES UNA LUCHA PERMANENTE CONTRA EL LUGAR COMUN
Antonio Cisneros no viaja con frecuencia a España y su estancia en Córdoba el pasado mes de abril suponía una oportunidad única para hablar con él. Además, estaba recién editado en Pre-Textos su último libro, Un crucero a las islas Galápagos. Por todo ello, una de las últimas tardes de Cosmopoética Carlos Pardo, Andrés Navarro y el que esto escribe nos sentamos con Antonio Cisneros en el patio del Hotel Conquistador. La entrevista, que aquí transcribimos, ronda la literatura peruana, la anti-poesía, la poética de Cisneros y, cómo no, su último libro.

Ayer nos comentabas que tienes un programa de media hora en la televisión. ¿Cómo puede hacer un poeta un programa para los mass media? ¿Aportas un enfoque especial?
Primero vamos a ser claros: una cosa es el poeta Cisneros y otra es todos los otros Cisneros que hacen un montón de cosas distintas. Yo nunca confundo uno con otro. Desde muy jovencito ya empecé a practicar esta especie de esquizofrenia organizada. Por un lado yo era Toño, un muchacho de barrio, uno de los mejores en fútbol, trompeador, matón, casi un maleante adolescente. Pero por otro lado estaba Toño, un joven poeta que escribía casi en secreto y avergonzado. Como comprenderás, un tipo que era el gran futbolista y el matón del barrio no podía estar escribiendo versitos como un marica cualquiera. Así que eran dos los Cisneros.
Ocurre lo mismo actualmente. Muchos me preguntan cómo se conjuga mi actividad poética con un trabajo en televisión. En realidad no ocurre nada, porque no hay nada que conjugar. Televisión es televisión, radio es radio y columna de periódico es columna de periódico. Es más, cuando he hecho periodismo no he querido escribir prosas poéticas ni mi tema exclusivo ha sido la cultura, ni mucho menos. Por ejemplo, en el programa de televisión es posible que de cien invitados, diez, como mucho, sean escritores. Todos los demás son toreros, cantantes criollos, cocineros, chiflados, gente que cree en los objetos voladores no identificados... También tengo un programa de radio, y allí hablo de todo. Lo que hago es contar mi vida a los taxistas, que son la espina dorsal de mi radioescucha. Ahora a la vuelta les contaré cómo es Córdoba, qué he comido en Córdoba, cómo se cocinan los platos... Los pobres no salen de su asiento del taxi, pero han viajado conmigo a todos lados: Japón, México, Verona...
Incluso si hablamos de mi faceta como profesor tampoco puedo decir que tenga que conjugarla con mi parte poética. He sido profesor muchos años y es obvio que no de física y matemáticas, pero no quieran sospechar que he sido el típico profesor apasionado que ama la juventud y sus discípulos. No es que odie a la juventud, pero no tengo el menor reblandecimiento por ella. Me parece que esas personas que dicen que hay que estar en contacto con los jóvenes para enriquecer el espíritu son gente que en el fondo están mariconeando, que tienen miedo a la muerte. En ese sentido son muy buenos los consejos de Confucio. Decía: si te encuentras con un joven en la calle evítalo: siempre traen problemas; pero si te encuentras con un anciano, conversa con él: algo sabio aprenderás. (Luego, en realidad, tampoco me gusta conversar con ancianos, pero en fin). He enseñado muchos años literatura en Europa, Inglaterra, Francia, Hungría, Alemania, USA, en el Perú... No he sido un mercenario y creo que he enseñado correctamente pero nunca he querido ser profesor y lo fui sólo porque lo necesitaba y hasta que simplemente se acabó esa etapa. Y uno de estos días voy a dejar la televisión y la radio, sin más problemas, porque no son los trabajos por los que quiero vivir. De hecho no hay ningún trabajo que me guste y creo que a ningún humano normal le gusta ningún trabajo. Pero trabajo porque tengo unas necesidadades que cubrir.
Resumo un poco todo lo dicho: frente a la comprensible inquietud que surge acerca de cómo hace un poeta para hacer radio, televisión o dedicarse a la enseñanza, la respuesta es que el Cisneros poeta es uno y el Cisneros de los mil trabajos para la supervivencia es otro. Ahora bien, reconozco que un Cisneros le debe muchas cosas al otro Cisneros, al poeta. Por ejemplo, yo no soy un profesor deslumbrante ni un gran investigador ni un gran ensayista pero llevo muchos años enseñando y dando conferencias. Y siempre me pregunto a quién han invitado, si al académico o al poeta. De la poesía no se vive, pero se viaja. Y, en realidad, el pobre Cisneros siempre es apoyado e invitado por el otro, por el poeta. Antes del último libro, llevaba como ocho años sin escribir poesía. Y te juro que sentía que un Cisneros debía al otro, al poeta, algo, un libro. Y por fin lo publiqué. Se trata, por tanto, de una esquizofrenia organizada pero también de una historia acerca del trato recíproco entre dos personas.

Parece que tu postura como creador no es la engolada del poeta, sino que adquieres un estilo o una identidad antipoética o antilírica. Actúas como si de alguna manera te molestara esa figura clásica del creador iluminado por la musa.
En realidad, creo que la solemnidad es una de las principales características del idiota. No sólo en poesía, sino en la vida misma. Uno tiene que tomar alguna distancia con el mundo y con uno mismo. Y debe tener cierta capacidad de ironía, ironía que comienza por saber reirte de tí mismo. Si no, estás perdido. Pero esto no es una fórmula ni una retórica. Simplemente es una manera de sobrevivir con cierta inteligencia en un mundo donde hay demasiados idiotas solemnes. Hay gente de alma tan sencilla que no sabe dónde se toma el autobús, cuánto cuesta el kilo de papas, cuánto cuesta el pan. Sí me siento profundamente comprometido con la poesía, pero en tanto que escribo poesía. Ahora, es falso que eso comprometa mi vida. Yo soy un señor normal con mujer, hijos, nietos, que se gana la plata, que sabe cuál es la parada del autobús, que sabe cuánto cuesta un kilo de papas. Más aún, no creas que vivo en un estado de perpetua iluminación ni que estoy dotado de una sensibilidad que me desborda a cada momento. Mentiría si te digo que prefiero escuchar una lectura de poesía a un partido de fútbol. La cosa está clara, a quién voy a engañar. Hay gente que piensa que uno vive en poesía permanentemente. No, para nada. En el fondo sólo soy un viejo muchacho de barrio, escéptico y melancólico.

Entrando en lo estrictamente poético, tú has definido la poesía como la huida del cliché, la lucha contra el lugar común. ¿Puedes explicarlo?
La poesía es muchas cosas. Es una forma de testimonio, una forma de conocimiento... Pero una definición desde el punto de vista técnico podría ser la siguiente: la poesía es una lucha permanente contra el lugar común. Nosotros los humanos tenemos una tradición poética de unos cuatro o cinco mil años, más o menos. En realidad, si se fijan bien, toda esa poesía en miles de años ha girado en torno a seis o siete temas, no más: amor, muerte, amor-desamor, vida, el paso del tiempo, nuestras vidas van a a dar a la mar que es el morir... ¿Qué queda por decir?, ¿qué debe hacer el poeta? Lo importante es volver a decir las cosas pero de una manera distinta cada vez, distinta de acuerdo a su tiempo, a su contexto. La poesía es que tú dices algo y el lector dice: carajo, yo quería decir esto pero no sabía cómo. Pues ahí, en el cómo, está la poesía.

¿Cuál es tu punto de vista sobre la poesía peruana en relación con la del resto de América? Y respecto a la producción poética de España, ¿crees que hay diferencias?
Si ya en la narrativa es difícil hablar de la novela colombiana o chilena, menos aún en la poesía. La poesía no depende del mundo de la anécdota o del relato exterior o del realismo en la búsqueda del lenguaje en los diálogos... Es mucho más universal y abstracto, y mucho menos identificable. Probablemente sí puedas distinguir la hispanoamericana de la peninsular, pero incluso esa diferenciación tampoco es tan clara.
La poesía peruana, en general, pertenece lógicamente a las poesías escritas en lengua castellana. Siempre ha tenido una magnífica tradición si pensamos en Vallejo, en Neruda, en todas las vanguardias... Ha sido muy cotizada en la región y aquí en España también, aunque haya voces de queja. Pero esas voces siempre se van a escuchar: cada generación piensa que no les entienden, que no tienen facilidades para publicar, que todas las ignominias han apuntado contra ellos... hasta que envejecen y surge otra nueva generación que se quejará de lo mismo, y así sucesivamente. Por otro lado, con estos grupos ocurre como con las carreras, que arrancan mil al inicio y al final sólo quedan diez. El tiempo va haciendo su selección y muy pocos son los que siguen en carrera cuando llegan a los cincuenta.
Por otra parte, hemos de reconocer que esta poesía -sin ser masiva, por supuesto- tiene su público. A la gente le encantan las lecturas públicas, aunque a veces parezca que vayan más a incordiar con sus preguntas que a escuchar. Y además, los poetas en el Perú -no todos, pero sí muchos, al menos una veintena- tienen ediciones de dos mil ejemplares, el mismo número de las ediciones de los poetas alemanes y de los norteamericanos, que cuentan con una población infinitamente más grande y pudiente que la nuestra. Son poetas a los que, quizá porque son pobres, el pueblo quiere y el estado reconoce. Vallejo tiene plaza, monumento, avenida e incluso una moneda que se devaluó hace años. Ahora mismo tenemos entre los billetes uno con la cara del poeta Valdelomar. A las misses en Perú siempre que les preguntan qué están leyendo dicen: Cien años de soledad y “Vallejos”. Así que la poesía tiene lo suyo y le gusta a la gente.

Respecto a la poesía que se hace en España, da la sensación de que durante el siglo que acabamos de dejar se dio una especie de endogamia, y la creatividad surgía más de la retroalimentación que de influencias exteriores. ¿Se puede decir que en Perú ha habido una mejor lectura de las vanguardias, o que éstas se han incorporado más claramente a la creación?
Es verdad que en la creación lírica de la generación del 27, exceptuando a Cernuda, hay un rasgo común, una huella, algo que no sé si será el tomillo o el chopo o el Tajo o el Duero, pero que es propiamente español y que se siente inmediatamente. Es el uso del lenguaje, la vuelta al romance, a las rimas asonantadas. Agarra por ejemplo a Alberti, Lorca, a Emilito Prados... En esto Andalucía tiene también parte de la culpa, por supuesto. Se puede decir que, mientras tanto, los latinoamericanos en esos momentos estaban más pegados a las vanguardias universales -no en lengua castellana-, proporcionándoles una visión más universal, menos regional, menos localizada. Pero no te olvides de que esa tradición ya se da con Rubén Darío a fines del XIX. Darío es el primer poeta americano que se convierte en el poeta de los españoles de América y de los españoles de España, como él dice en el famoso discurso del Ateneo de Madrid. Y aunque esto no es una carrera de caballos como para dictaminar si es el mejor o no, podemos decir que Darío es el poeta más importante del idioma. Y, ¿por qué? Porque no venía del orden inmediato establecido por la tradición castellana, sino de Verlaine, de Rimbaud.... Lo que no quiere decir por supuesto que se haya salido del caudal ni que haya renegado de la tradición.

Desde los primeros libros, tu poesía ha tenido puntos de contacto con lo que otros poetas hacían en diferentes partes, sobre todo España y América, en torno a la ya citada anti-poesía. ¿Cómo lo sentías? ¿En qué te diferenciabas de ellos?
Francamente, yo nunca me he planteado la anti-poesía como opción. Para mí la poesía puede que tenga humor y puede que sea irónica, pero siempre tendrá que ser lírica y ser imagen. Yo, en los años 60, que es cuando empiezo a escribir y a dedicarme con cierta seriedad -sin exagerar, por supuesto- a la poesía, me salgo de las lecturas de poesía tradicionales. No es que me hubiera dejado de interesar radicalmente lo que se hacía en ese momento, pero evidentemente no me sentía envuelto en Lorca, Salinas, Alberti o Guillén sino en Eliot, en Lowel... Éramos varios los muchachos que teníamos la mirada puesta sobre el mundo de la literatura anglosajona (además de sobre los autores griegos que todos conocemos y sobre Pessoa). Nos resultaba una poesía con mucha menos solemnidad que la poesía española retórica social-realista de los cincuentas, aquella de Blas de Otero, Marcos Ana o Celaya. A cambio, bebíamos en una poesía mucho más fresca, fluida, narrativa, menos pretenciosa.

¿Qué supone tu último libro? ¿Cuál es su génesis?
El subtítulo del libro, Nuevos cantos marianos, es el comienzo del libro. Es un libro que hice en unos tres años. Me encontraba en un momento en que no tenía tiempo para escribir poesía. Me refiero a un tiempo que no es cronológico, sino interno: el tiempo espiritual, la disposición. Recuerdo que una vez le pregunté al viejo poeta peruano Emilio Adolfo Westfalen sobre esta fase de no escritura, sobre si se debía forzar a la voluntad a escribir sin ánimo. En ese momento Westfalen era un poeta que llevaba veinte años sin publicar. Y él, un viejito apacible, me miró por primera vez en su vida con cólera y me dijo: oiga, Antonio, para escribir poesía hay que vivir en poesía. No le entendí bien en ese momento pero ahora sí creo captar su mensaje. Es a esa disposición a la que me refiero. No tenía el estado de gracia necesario, que viene sin que tú lo llames y se va sin que tú lo botes, pero que también depende de tu anuencia.
Sí tenía la idea de escribir poemas sobre la Virgen María, porque es un personaje importante en mi infancia. De hecho, y aunque el resultado del libro no haya sido exclusivamente ése, hay varios poemas dedicados a la Virgen. Lo que ocurre es que luego comenzó a introducirse en el libro el elemento del mar, el océano, las rocas, los arrecifes, los naufragios... Todo esto del mar, que ya no sé si es una retórica que me funciona o la consecuencia obligada de vivir durante toda mi vida junto al mar. El caso es que ahí se juntaron las dos cosas: el mar y los recuerdos de infancia y adolescencia, con la presencia de la Virgen María o algunos elementos religiosos como el Viernes Santo, la Asunción de la Virgen en cuerpo y alma, la Virgen del purgatorio, los arcángeles, los serafines...
Ahora bien, ¿por qué prosa? No lo tengo del todo claro. Yo había estado en los últimos tiempos sin escribir poesía, escribiendo y publicando hasta tres libros de prosa, de crónicas de viajes básicamente. Se trataba de una escritura que no te llevaba el alma, claro. La poesía es otra cosa completamente distinta, un género donde el poeta es el sujeto y el objeto del poema, algo muy doloroso. Pero el caso es que había escrito mucho en prosa. De todos modos, sospecho que estos son poemas están en prosa, y no prosa poética. El aspecto de prosa lo da no sólo es el tamaño de la caja del libro -como toda prosa- sino ciertas palabras, pequeñas ayudas que son de la prosa que me da la impresión de que funcionan.
Es realmente un libro en el que me he sentido muy a gusto conmigo mismo. Y con él logro eso que te comentaba al principio: superar el sentimiento de culpa y de deuda que un Cisneros sentía respecto al Cisneros poeta. Se puede decir que con Un crucero a las Islas Galápagos retomo al Cisneros poeta y me reencuentro con el lector de poesía.

viernes, 18 de junio de 2010

Murió José Saramago ...

Hoy 18 de junio de 2010 ha fallecido José Saramago, una pluma que a pesar de sus años y de la leucemia, se mantuvo vital y sobre todo frontal, dejando en claro sus ideas con una convicción envidiable.
Un maestro muere y como alguien dijo "Hay que tener cuidado con los genios, por que a veces se hacen los muertos".
A continuación, un artículo de Saramago - como homenaje a su memoria - acerca de Israel y Palestina. Una muestra de su lucidez y vocación por la justicia.

DE LAS PIEDRAS DE DAVID A LOS TANQUES DE GOLIAT (por José Saramago)
Afirman algunas autoridades en temas bíblicos que el Primer Libro de Samuel se escribió en la época de Salomón o inmediatamente después; en cualquier caso, antes del cautiverio en Babilonia. Otros estudiosos no menos competentes afirman que no sólo el Primero sino también el Segundo Libro de Samuel se redactaron después del exilio de Babilonia, y que su composición obedece a lo que la estructura histórico-político-religiosa denomina esquema deuteronomista, es decir, sucesivamente, la alianza de Dios con su pueblo, la infidelidad de ese pueblo, el castigo de Dios, la súplica del pueblo, el perdón de Dios. Si el venerable texto procede de la época de Salomón, podemos decir que sobre él han pasado hasta hoy, en números redondos, unos tres mil años. Si los redactores llevaron a cabo su trabajo después de que los judíos regresaran del exilio, entonces hay que restar a ese número unos 500 años, mes más, mes menos.
Esta preocupación por el rigor temporal tiene como único propósito proponer a la comprensión del lector la idea de que la famosa leyenda bíblica del combate entre el pequeño pastor David y el gigante filisteo Goliat (que no llegó a producirse) se cuenta equivocadamente a los niños, por lo menos, desde hace 25 o 30 siglos. A lo largo del tiempo, las diversas partes interesadas en el asunto han ido elaborando, con la conformidad acrítica de más de 100 generaciones de creyentes, tanto hebreos como cristianos, toda una engañosa mistificación sobre la desigualdad de fuerzas que había entre los brutales cuatro metros de altura de Goliat y la frágil complexión física del rubio y delicado David. Dicha desigualdad, enorme según todas las apariencias, quedaba compensada e invertida a favor del israelita gracias a que David era un muchacho astuto, y Goliat, una estúpida masa de carne; tan astuto era el primero que, antes de ir a enfrentarse al filisteo, encontró en la orilla de un riachuelo que había por allí cerca cinco piedras lisas, que metió en la alforja; tan estúpido el otro, que no se dio cuenta de que David llegaba armado con una pistola. Que no era una pistola, protestarán, indignados, los amantes de las verdades míticas soberanas, que era simplemente una honda, una humildísima honda de pastor, como las que habían utilizado en tiempos inmemoriales los criados que tenía Abraham para cuidar el ganado. Es verdad, no parecía una pistola, no tenía cañón, no tenía culata, no tenía gatillo, no tenía cartuchos; lo que tenía eran dos cuerdas finas y resistentes, atadas por los extremos a un pequeño pedazo de cuero flexible, en cuyo hueco la mano experta de David colocó la piedra que, desde lejos, partió veloz y poderosa como una bala contra la cabeza de Goliat, le derribó y le dejó a merced del filo de su propia espada, que ya empuñaba el diestro tirador. Si el israelita consiguió matar al filisteo y dar la victoria al ejército de Dios vivo y de Samuel, no fue por ser más astuto, sino simplemente porque llevaba consigo un arma de largo alcance y sabía manejarla. La verdad histórica, modesta y nada imaginativa, se conforma con enseñarnos que Goliat no tuvo ni siquiera la posibilidad de poner las manos encima de David; la verdad mítica, insigne fabricante de fantasías, nos embaucó hace 30 siglos con el maravilloso cuento del triunfo de un pequeño pastor sobre la brutalidad de un guerrero gigantesco al que, al final, de nada sirvió el pesado bronce del casco, la coraza, las espinilleras y el escudo. Sea cual sea la conclusión que podamos sacar del desarrollo de este edificante episodio, David, en las numerosas batallas que le convirtieron en rey de Judá y Jerusalén y extendieron su poder hasta la margen derecha del Éufrates, no volvió a usar la honda ni las piedras.

Tampoco las usa ahora. En los últimos 50 años han crecido hasta tal punto las fuerzas y la dimensión de David, que ya no es posible ver y reconocer diferencias entre él y el altivo gigante; incluso puede decirse, sin ofender la deslumbrante claridad de los hechos, que se ha convertido en un nuevo Goliat. David, hoy, es Goliat, pero un Goliat que ya no carga con armas de bronce inútiles y pesadas. Aquel rubio David de antaño sobrevuela en helicóptero las tierras palestinas ocupadas y dispara misiles contra inocentes desarmados, aquel delicado David de otrora tripula los tanques más poderosos del mundo y aplasta y revienta todo lo que encuentra a su paso, aquel David lírico que cantaba loas a Betsabé, encarnado ahora en la figura gargantuesca de un criminal de guerra llamado Ariel Sharon, lanza el 'poético' mensaje de que primero es preciso acabar con los palestinos para después negociar con los que queden. En pocas palabras, en esto es en lo que, con ligeras variaciones meramente tácticas, consiste desde 1948 la estrategia política israelí. Intoxicados mentalmente por la idea mesiánica de un Gran Israel que haga por fin realidad los sueños expansionistas del sionismo más radical, contaminados por la monstruosa y arraigada 'certeza' de que en este mundo catastrófico y absurdo existe un pueblo elegido de Dios y que, por tanto, están automáticamente justificadas y autorizadas, en nombre de los horrores del pasado y de los miedos de hoy, todas las acciones nacidas de un racismo obsesivo, psicológica y patológicamente exclusivista, educados y formados en la idea de que cualquier sufrimiento que hayan infligido, inflijan o vayan a infligir a los demás, especialmente a los palestinos, siempre será inferior a los que ellos padecieron en el Holocausto, los judíos arañan sin cesar su propia herida para que no deje de sangrar, para hacerla incurable, y la muestran al mundo como si se tratase de una bandera. Israel se adueña de las terribles palabras de Dios en el Deuteronomio: 'Míos son la venganza y el pago'. Israel quiere que todos nosotros nos sintamos culpables, directa o indirectamente, de los horrores del Holocausto; Israel quiere que renunciemos al más elemental juicio crítico y nos transformemos en un eco dócil de su voluntad; Israel quiere que reconozcamos de iure lo que, para ellos, es ya un ejercicio de facto: la impunidad absoluta. Desde el punto de vista de los judíos, Israel no podrá ser nunca sometido a juicio, porque fue torturado, gaseado e incinerado en Auschwitz. Me pregunto si aquellos judíos que murieron en los campos de concentración nazis, aquellos que fueron perseguidos a lo largo de la historia, aquellos que murieron en los pogromos, aquellos que quedaron olvidados en los guetos, me pregunto si esa inmensa multitud de desgraciados no sentiría vergüenza al ver los actos infames que están cometiendo sus descendientes. Me pregunto si el haber sufrido tanto no sería el mejor motivo para no hacer sufrir a los demás.
Las piedras de David han cambiado de manos, ahora son los palestinos los que las arrojan. Goliat está al otro lado, armado y equipado como nunca lo ha estado soldado alguno en la historia de las guerras, aparte, claro está, del amigo norteamericano. Ah, sí, las horrendas matanzas de civiles causadas por los llamados terroristas suicidas... Horrendas, sí, sin duda; condenables, sí, sin duda, pero a Israel le queda aún mucho que aprender si no es capaz de entender las razones que pueden llevar a un ser humano a transformarse en una bomba.

"La sangre, el polvo, la nieve" una novela de Karina Pacheco Medrano

Anoche 17/06/2010 estuve en el auditorio de la Casa Garcilaso (inmueble donde vivió su infancia el célebre escritor mestizo Garcilaso De La Vega), en la presentación de la novela titulada "La sangre, el polvo, la nieve" de Karina Pacheco Medrano.
Esta es la tercera entrega novelística de Karina y promete ser un libro que atrapa y a su vez conmueve, aún no lo he leído pero apenas lo haga escribiré un post al respecto.

El tema de la novela es en sí mismo interesante, en tanto se ambienta en el Cusco de la primera mitad del siglo XX. Karina nos sintetiza el argumento de la siguiente manera:
El último día de agosto de 1945, un pastor descubre a cuatro jóvenes muertos en el antiguo adoratorio inca de Sacsayhuamán; su sangre ha teñido la nieve que cayera sobre la región después de doce años y su asesinato desata un torbellino de rumores que termina encubriendo la verdad. A partir de este misterioso caso y a través de la historia de una mujer nacida el año 1900, La sangre, el polvo, la nieve realiza un recorrido por la agitada vida cultural, social y política del Cusco en la primera mitad del siglo XX hasta la irrupción del terremoto de 1950, como metáfora del remecimiento de las historias ocultas de esta novela.

La presentación del libro estuvo animada por la lectura de un fragmento del mismo, a cargo del querido Lucho Castro García y una teatralización del Grupo Cultural “Q´ente”. Luego la presentación se efectuó a cargo de Jorge Flores Ochoa, Julio Gutiérrez y Milagros del Carpio, cada uno - desde sus particulares puntos de vista – opinaron acerca de la nueva producción de Karina Pacheco. Algo en lo que todos estaban de acuerdo es que se trata de un libro de exquisita factura literaria, de trama interesante y de gran trabajo de investigación acerca del Cusco en cuya época está ambientado. Personalmente considero que hubiera sido interesante añadir entre los comentaristas a algún escritor, es decir alguien inmerso en la literatura, aunque ante los comentarios que se iban sucediendo respecto de "La sangre, el polvo, la nieve", creo que esa consideración deviene en irrelevante.
Tengo que confesar además, aunque muchos seguramente ya lo han advertido, que con Karina nos une hace muchos años una amistad que ha sabido resistir al tiempo y adecuarse a los contextos que la vida nos presentó, de allí que es posible que este post no sea el más objetivo – no tendría porque serlo, finalmente – pero intenta señalar lo importante que resulta que la actividad cultural, en una ciudad en la cual únicamente se entiende como cultura la custodia de monumentos arqueológicos, sea reavivada por producciones como las de Karina, que hacen que la utopía de una gran movida cultural del Cusco sea posible.
Gracias Karina.

miércoles, 16 de junio de 2010

Tentativa de Haiku

Tres intentos de haikus

Olvidaste
tu beso matinal
en mi almohada

Los muertos
están distraídos
con sus recuerdos

Estas manos
de torpe ciego
aún buscan tus labios

martes, 15 de junio de 2010

Las Trampas de la Diversidad (Un artículo de Maurice Lemoine)

El jueves 20/05/2010 en el diario Le Monde Diplomatique Perú, Maurice Lemoine, Jefe de Redacción de dicho periódico en París, publica el artículo que a continuación transcribo, en el cual se refiere a ciertos aspectos paradójicos respecto de la diversidad. Considero necesario que se pueda debatir a este respecto, quizás es la única manera de clarificar el panorama.
Espero sus comentarios.
Yuri Boluarte


LAS TRAMPAS DE LA DIVERSIDAD
Ya sea que conciernan a un grupo discriminado, una nación relegada o una población oprimida, las reivindicaciones identitarias presentan siempre dos caras contradictorias.
En períodos de crisis o de desarrollo, el poder de la memoria y de la solidaridad de las comunidades les confieren una capacidad de cohesión que los instrumentos de acción política tradicional no les proveen. Pero en la medida en que estos movimientos se repliegan cada vez más sobre sí mismos, sobre diversidades crecientemente numerosas, específicas y estrechas, contribuyen a desagregar el cuerpo social y a instaurar competencias y divisiones entre los dominados, ocultando las categorías existentes –como la de clase–. En América Latina, los movimientos indigenistas exponen claramente esta dicotomía.
“Vivimos en mundos separados. Ellos viven en Bolivia, nosotros en el Collasuyo” (1). Constantino Lima, un hombre encantador, por cierto, dirigente del Movimiento Indígena Tupac Katari (Mitka), lanza duras imprecaciones contra los Q’aras –los blancos– de La Paz. “La Madre Tierra, la Pacha Mama, les dio Europa; reservó África para los africanos, Asia para los asiáticos y, para nosotros, Bolivia. De acuerdo con la propuesta de nuestra ley ‘reconstitutiva’, hay que aplicar la pena capital a todos los europeos que, con la invasión, cometieron el más grande delito de la humanidad. Seguramente, es un poco duro, pero es el espíritu de nuestra propuesta” (2). Por otra parte… “Nosotros, los indios, somos mayoría. ¿Cómo vamos a integrarnos a la minoría?”. En suma, al igual que un puñado de indianistas radicales, Constantino Lima pretende restaurar una soberanía indígena sobre los territorios del antiguo imperio inca. La edad de oro durante la cual los autóctonos reinaban, en armonía, sobre las Américas (tierras que, nadie ignora, no se llamaban así).

LA ILUSIÓN DE LA ARMONÍA PERFECTA
¿En armonía? En 1519, cuando se levanta el telón sobre el escenario transatlántico, el Imperio Azteca está controlando lo que más tarde será México. Surgen los conquistadores. ¡Artillería aterradora, mosquetes, espadas de Toledo, caballos, bestias monstruosas, con crines, sin cuernos, de cola larga! Demasiado poco, después de todo, para apoderarse de un continente. Salvo que… para romper con la dominación del emperador Moctezuma, el cacique de los totonacos ofrece cuatrocientos hombres para apoyar a la tropa de Hernán Cortés. Por las mismas razones, Tlaxcala provee de cien mil refuerzos a la infantería del conquistador. Más al sur, en lo que será Guatemala, Pedro de Alvarado se alía con los cakchiqueles, en conflicto con los quichés. Más al sur todavía, en las alturas de los Andes, desde donde Cusco parece dominar el mundo, Francisco Pizarro aprovecha las luchas intestinas que desgarran el Imperio Inca; recibe el concurso de los kanarrs, los chachapoyas, los wankas y muchos otros, para terminar con ese Estado teocrático y dar muerte a Atahualpa.
Trágicas alianzas, sombría desunión. Es el fin. El infierno, sostenido por la espada, la Cruz, los monjes predicadores y las bulas papales, desencadena todos los horrores a la vez. El indígena es vencido, perseguido y sometido al hambre. La esclavitud, el trabajo forzado en las minas, el trabajo pesado en los campos son sistemas de producción ventajosos.
Tiempo después, mientras América parece erigir repúblicas, los autóctonos son sobrevivientes. Con todo lo que ello implica de resistencia, de revueltas, de tenacidad. Hastiados… la independencia los mantiene en su condición de no ciudadanos; el proyecto político nacional implica, en el mejor de los casos, su asimilación forzada. Más allá de los discursos “integradores”, llenos o no de buenas intenciones, blancos y mestizos se arrogan la autoridad máxima sobre la política, la economía, la industria, el comercio, los servicios de Estado.
Tratados como minorías, cualquiera sea su peso demográfico (3), los indios juntan criterios objetivos (tratados culturales, organización comunitaria, apego a un territorio) y subjetivos (sentimiento de pertenencia) para resistir. Se encuentran afirmados en su identidad, sin por ello dejarse confinar a ella sistemáticamente.
“Debemos estar unidos con los movimientos populares, estudiantiles, sindicales”, insiste en 1992 la mapuche chilena Ana Yavo, en ocasión de la campaña continental “Quinientos años de resistencia india, negra y popular” (4). Ella conoció bien a cierto… Augusto Pinochet. Dos años más tarde, los zapatistas, que surgen de Chiapas, machacan metódicamente: “Nuestra marcha armada de esperanza no es contra el mestizo; es contra la raza del dinero. No es contra un color de piel, sino contra el color del dinero (…) por los indígenas luchamos. Pero no solamente por ellos. Luchamos igualmente (…) por todos aquellos que tienen por presente la pobreza y por futuro la dignidad” (5).

ETNICIDAD Y ALIANZAS AMPLIAS
India en su origen, la América llamada “Latina” es hoy mayoritariamente mestiza. Y aunque es verdad que los autóctonos son marginados más que todos los demás, millones de no indígenas ven también cómo se les cierran las puertas del progreso social, de la educación, de la ciudadanía.
Por otra parte, el proceso de mestizaje ha progresado tanto que a menudo es imposible trazar la frontera entre unos y otros. “Vivan en la selva, en los campos o en la ciudad –apunta el sociólogo Yvon Le Bot–, [los indígenas] se insertan en sociedades abiertas, en contacto con poblaciones diversas, inscriptos en dinámicas nacionales e internacionales” (6).
La unión entre organizaciones indias y organizaciones populares sigue siendo, en el seno de los movimientos autóctonos, objeto de un debate permanente. Mientras unos preconizan una integración a la nación en el respeto de las diferencias, los otros defienden un autodesarrollo fundado sobre la etnicidad. Desde los 60 hasta los 80, prevalecen los primeros. Las movilizaciones indígenas se inscriben en lo esencial en el marco de las luchas campesinas y, más generalmente, del movimiento popular (7). Pero, a menudo desembocan en un callejón sin salida, y llevan a los indios a replegarse sobre sí mismos.
La aceleración de la globalización, al inducir a una fragmentación de los principales actores sociales, traerá aparejado un cambio en la situación. La fatiga o el descrédito de los partidos políticos, el retroceso de una izquierda debilitada, la inexistencia de proyectos de sociedad alternativos favorecen la reafirmación cultural, local o regional. Menos desestructurados que los otros por el hecho de sus modos de organización tradicionales, los indios entran en una dinámica de movilización social hasta entonces desconocida. De rebelión en rebelión –duramente reprimidas–, defienden la nación frente al mercado globalizado, y hacen avanzar al conjunto de la sociedad (aunque la recíproca no sea siempre verdad).
En realidad fue la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (Conaie) la que provocó, en su país, la caída de los presidentes Abdallah Bucaram (1997), Jamil Mahuad (1999) y Lucio Gutiérrez (2005). En Bolivia, la “guerra del agua” y después la “guerra del gas” reúnen reclamos indios y reivindicaciones generales; estas luchas acaban con el gobierno del neoliberal Gonzalo Sánchez de Lozada (2003). La misma suerte será reservada a su sucesor Carlos Mesa (2005) y desembocará en la elección del primer jefe de Estado indio de América del Sur, Evo Morales. De manera simbólica, Morales es entronizado por la autoridad tradicional, sobre el sitio arqueológico de Tiwanaku, y recién un día más tarde prestará juramento ante el Congreso. Sin embargo, a diferencia del “hermano enemigo” al que venció, el indianista radical Felipe Quispe, Morales, aunque se apoya sobre una base mayoritariamente indígena, cuenta con los sectores urbanos, las corporaciones, las cooperativas, los jubilados, las legiones de mestizos que profesan un discurso de acento “nacional”.
En el extranjero, sociólogos, etnólogos, periodistas, asociaciones humanitarias o ecologistas, todos los que quieren fijar al indio en un imaginario exótico y pretenden fosilizar su identidad, ven con malos ojos estos intentos de acercamiento, a menudo difíciles, cargados de incomprensión recíproca, pero también de éxitos y progresos. Para estos nostálgicos de la pureza, “parece que han perdido el orgullo de ser indígenas, renuncian a su diversidad y buscan integrarse” (8). “Por consiguiente –estima otro– las comunidades autóctonas deben luchar constantemente para conservar su especificidad y prestar atención también a que sus actitudes no sean asimiladas a las de los otros” (9).
En Bolivia, Quispe –el malku (“cóndor” en aymara)– sigue enojado. “Nosotros hablamos de una nación que quiere la autodeterminación. Queremos fundar la República de Collasuyo, con nuestros propios dirigentes, nuestra policía y nuestras fuerzas armadas”. Pero su idea del nacionalismo aymara no incluía movilizar al conjunto de las poblaciones indias en el momento de las elecciones. En Ecuador, en 2006, a pesar de sus méritos personales, el líder histórico de la Conaie, Luis Macas, al presentarse contra el otro candidato (mestizo) de izquierda Rafael Correa, fue rechazado por sus bases, que no lo gratificaron más que con el 2% de los votos. ¿Hay que afligirse?

INDIGENISMO, RACISMO
Ser indígena no pone al abrigo de fluctuaciones integristas, racistas o conservadoras (no hablamos aquí de Macas). En 1993, Bolivia lleva a la vicepresidencia al máximo exponente de una fracción del katarismo (10), Víctor Hugo Cárdenas. Por un lado, este aymara promete una reforma de la Constitución que reconozca el carácter “multiétnico y multicultural” del país. Por el otro, aprueba la política ultraliberal del presidente Sánchez de Lozada (entonces en su primer mandato) que deja a los indios (y a los otros) en la agonía. En Perú, Alejandro Toledo, que se define como un cholo (11), utiliza este argumento para hacerse elegir (2001), para después abandonar el país a los expertos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial, que ven allí un campo de juego atractivo.
En particular sintonía con el modelo neoliberal, la sobrevaloración del espacio comunitario está cargada de ambigüedades. El Banco Mundial no se equivoca cuando desde 2004 instituye, directamente con las comunidades, un fondo global para los pueblos autóctonos, que financia proyectos modestos (un dominio sobre lo local, en cooperación con el sector privado y que excluye al Estado).
Bajo la presión –legítima– de los movimientos indígenas, la casi totalidad de los países latinoamericanos adoptaron nuevas constituciones que reconocen el carácter pluriétnico y multicultural de la nación. En algunos casos, otorgan derechos específicos a los indios (o afrodescendientes). En efecto, aunque ningún movimiento indígena reclama la independencia, muchos (en particular, en la llanura amazónica) reivindican el derecho a la autodeterminación y el ejercicio de su soberanía sobre sus territorios. Casi todos los Estados que les conceden una forma de autonomía lo hacen avanzando con mucha cautela.
Las montañas, las cascadas majestuosas, los precipicios vertiginosos, los relámpagos, el trueno y después la lluvia… La Madre Tierra, la Pacha Mama. Una armonía en sintonía con el cosmos, la cosmovisión. En general, los amerindios tienen una forma de pensamiento, una visión del mundo mucho más respetuosa del entorno que las sociedades occidentalizadas. Saben que toda degradación del medio afecta inevitablemente sus condiciones de vida. ¿Qué cosa más legítima, a partir de allí, que oponerse a las incursiones de las multinacionales que destruyen los bosques, las sabanas, los pantanos, envenenan las aguas y las tierras con sus productos químicos y sus desechos tóxicos, que pretenden la aplicación de patentes biológicas? ¿Qué hay de menos discutible que reclamar una participación en la elaboración, la ejecución y el control de las políticas públicas?
Sin embargo, el territorio, autónomo o no, continúa formando parte del Estado nacional, muy puntilloso de sus prerrogativas cuando se trata de explotar sus recursos naturales, los hidrocarburos en particular. Y, en el marco de políticas actualmente en práctica en varios países (Bolivia, Ecuador, Venezuela), a través de las nacionalizaciones, se afectan con ello los dividendos en provecho de un proyecto colectivo. Esto es objeto de conflictos permanentes y no exentos de contradicciones. Pues “los mismos que defienden a su manera un mayor control sobre sus recursos o el reconocimiento de sus formas de organización ‘tradicionales’ no dudan en reclamar una mayor intervención del Estado” (12), pidiendo como cualquiera, el acceso a los bienes y a los servicios –agua potable, rutas, escuelas, puestos sanitarios, etc.– que hay que financiar inevitablemente. Paradojalmente, sin duda, los indios amazónicos de Ecuador deben su supervivencia a los hidrocarburos. En efecto, la bonanza petrolera de los años 70 y 80 alivió la presión sobre la tierra, en los Andes, gracias a los empleos que creó en la construcción urbana, que frenó los flujos migratorios hacia la selva. Región en la cual se puede ver a indígenas con discurso étnico muy radicalizado que vigilan su ganado sobre motos todo terreno.
Hay peligros porque el espacio ancestral se considera como intocable por el “extranjero” y porque se denuncia toda intrusión como un atentado contra la “identidad”… En 2008, en Santa Cruz (Bolivia), feudo de la oposición “blanca” a Morales, en las oficinas de la Prefectura del casi “secesionista” Rubén Costas, Ignacio Urapuka, diputado nacional indígena guarayo, se queja: “El Presidente quiere imponernos, en el Oriente, a los hermanos quechuas y aymaras. Cuando llegan comienzan por desbrozar la selva, sin consideración por la Madre Naturaleza. No estamos de acuerdo, los territorios son nuestros”. Reacción de Adolfo Chávez, presidente de la Confederación de los Pueblos Indígenas de Amazonia, Chaco y Oriente (34 pueblos): “La oposición recupera a los hermanos que traicionaron al movimiento indígena, que vendieron sus tierras a los empresarios. En recompensa, trabajan en la Prefectura, desde donde apoyan al partido que causó grandes daños al país”.

CONTRADICCIONES, CONTROVERSIAS
En Venezuela, reconociendo una deuda histórica, el presidente Hugo Chávez introdujo la idea del indio como fuente de identidad nacional. Bajo la égida de un Ministerio del Poder Popular para los Pueblos y Comunidades Indígenas creado en 2006 y con las dificultades inherentes a ese tipo de proyecto, se emprendió una demarcación de las tierras para devolver a los nativos lo que les pertenece. Pero, en Karañakal, en la Sierra de Perija, en territorio bari, un pequeño grupo de jíbaros llegó para instalarse. “El Presidente dice que debemos cohabitar con los otros indígenas”, se enfurece Rufino Alawaiku, el cacique del lugar. “Nosotros no queremos. Si Bari no quiere vivir con nadie, debemos respetar su decisión.” El nacionalismo étnico puede ser también particularmente aborrecible. Y el camino del infierno estar sembrado de buenas intenciones.
Las bocas se crispan por la rabia silenciosa –y el odio de los indios– cuando, en Uruará (Brasil), en los años 80, se pretende expulsar a dos mil pequeños campesinos, eternos desposeídos llegados con la carretera transamazónica, para delimitar una reserva de 800.000 hectáreas destinada a un grupo indígena arara de… cuarenta y dos personas, que se acaba de descubrir en la selva. En Chiapas, la decisión tomada en 1972 por el gobierno mejicano de atribuir 600.000 hectáreas a la comunidad lacandona –representada por sesenta y seis jefes de familia– es una burla que provoca un conflicto entre estos y los indígenas zapatistas.
Estos últimos, por cierto confrontados al rechazo del poder al diálogo, y a difíciles relaciones con el “mundo político” (derecha e izquierda indistintas) pueden también ver reprochar su propio sectarismo. Invitado a ir a La Paz para la ceremonia de la asunción “histórica” a la Presidencia de un indio proveniente de las luchas –Evo Morales–, el subcomandante Marcos respondió secamente: “Nuestra idea no es frecuentar las cimas sino mirar hacia abajo. No es nuestro estilo frecuentar a los grandes líderes. Pensamos que es el conjunto del pueblo el que debe ejercer el poder, no una sola persona” (13). Arte y manera de aislarse completamente.
En Bolivia, donde el Presidente afirma su voluntad de ruptura con los años neoliberales mientras desmantela el “colonialismo interno” –una suerte de “nacionalismo indianizado” (14)–, la nueva organización territorial basada en el reconocimiento de cuatro tipos de autonomía (departamental, regional, municipal e indígena), no subordinadas entre ellas y con el mismo rango constitucional, suscita muchas cuestiones: cómo se articularán, por ejemplo, justicia comunitaria y justicia ordinaria. Pues detrás de los “usos y costumbres”, “la democracia indígena puede esconder formas autoritarias ejercidas por una gerontocracia deseosa de mantener su poder, o estar instrumentada por actores externos” (15).
En este momento, en Guatemala, los indios siguen soportando un verdadero apartheid. La quiché Rigoberta Menchú recibió el Premio Nobel de la Paz en 1992 pero, desde entonces, fue embajadora especial de la presidencia del neoliberal Oscar Berger. Chile sigue utilizando las leyes antiterroristas de Pinochet para reprimir a los mapuches. En Venezuela, Héctor Eduardo Okbo Asokma, cacique bari de Saimadoyi, navega entre dos aguas: “Por una parte, queremos la electrificación, una ruta verdadera, con puentes y todo eso. Las técnicas de los criollos y nuestra cultura. Pero no queremos abandonar nuestras costumbres. Creemos en las dos”. En Ecuador, en marzo, apoyada por los ecologistas, la dirección de la Conaie declara la guerra al presidente Correa –a quien sus bases llevaron al poder–. En el centro de la disputa: la explotación minera, la búsqueda del petróleo y la administración del agua. Sin embargo, según el analista político Pedro Saad, “los dirigentes de la Conaie no serán seguidos por los indígenas en su llamado a la rebelión” (16). A diferencia de los “amazónicos”, la mayoría, que vive en las tierras altas –la Sierra– continúa apoyando al jefe de Estado, preocupados ante todo en resolver sus difíciles problemas de supervivencia.
Aunque la dinámica identitaria haya permitido incontestablemente una resistencia tan larga como la historia del Nuevo Mundo, tiene sus límites. En este sentido, oponiéndose a la idea del indígena “auténtico”, “la indianidad exhibe una forma socialmente mestiza que reenvía no a una definición biológica, sino a una forma vaga que evoluciona al capricho de las situaciones y de los actores que se apropian de ella, y cuya existencia no vale, en cierta manera, sino en relación con los discursos que se tienen sobre ella y con el valor que se les otorga” (17).

1 Nombre de la región del Imperio Inca que se extendía por lo que actualmente es el oeste de Bolivia, parte del sur de Perú y el norte de Argentina y Chile.
2 Todas las citas no documentadas fueron recogidas en el transcurso de entrevistas.
3 Alrededor de 45 millones de indígenas representan cerca de un décimo de la población total de América Latina. Los países más indios son Guatemala, Bolivia, Ecuador y Perú; en México son los más numerosos (alrededor de 10 millones) y en Bolivia representan el más alto porcentaje (62%).
4 Campaña llevada a cabo por iniciativa de las organizaciones indígenas para protestar contra las conmemoraciones del Quinto Centenario del “Descubrimiento” de América.
5 Comunicado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), el 12 de octubre de 1994.
6 Yvon Le Bot, La grande révolte indienne, Robert Laffont, París, 2009.
7 Algunos, en Colombia y en Guatemala, incluso se unirán a las guerrillas.
8 Giulio Girardi, en Jean-Claude Fritz y otros (directores), La nouvelle question indigéne. Peuples autochtones et ordre mundial, L’Harmattan, París, 2005.
9 Philippe Jeannin-Daubigney, ibid.
10 Movimiento así llamado en referencia a Tupac Katari, jefe de una rebelión anticolonial en el siglo xviii.
11 Indígena urbano.
12 Christian Gros en “Politiques et paradoxes de l’ethnicité”, Problèmes d’Amérique latine, Nº 48, París, primavera boreal de 2003.
13 John Ross, Zapatistas!, Nation Books, Nueva York, 2006.
14 “La Bolivie d’Evo. Démocratie, indianiste et socialiste?”, Alternatives sud, Centre tricontinental et Syllepse, Lovaina-París, 2009.
15 Christian Gros, op. cit.
16 El Pueblo, Quito, 13-3-10.
17 Christian Gros, op. cit.

miércoles, 9 de junio de 2010

Eduardo Galeano: Arguedas y Onetti

Dos relatos breves que conectan a dos grandes de la literatura latinoamericana.

1969, LIMA: ARGUEDAS
Se parte el cráneo de un balazo. Su historia es la historia del Perú; y enfermo de Perú se mata.
Hijo de blancos, José María Arguedas había sido criado por los indios. Habló quechua durante toda su infancia. A los diecisiete años fue arrancado de la sierra y arrojado en la costa; salió de los pueblitos comuneros para entrar en las ciudades propietarias.

Aprendió la lengua de los vencedores y en ella habló y escribió. Nunca escribió “sobre” los vencidos, sino “desde” ellos. Supo decirlos, pero su hazaña fue su maldición. Sentía que todo lo suyo era traición o fracaso, desgarramiento inútil. No podía ser indio, no quería ser blanco, no soportaba ser a la vez el desprecio y el despreciado.
Caminó el solitario caminante al borde de ese abismo entre los dos mundos enemigos que le dividían el alma. Muchas avalanchas de angustia le cayeron encima, peores que cualquier alud de lodo y piedras; hasta que fue derribado.

De Memoria del fuego / El siglo del viento, de Eduardo Galeano

ONETTI
Yo estaba regresando a Montevideo, al cabo de un viaje. De dónde venía, no recuerdo, pero sí recuerdo que en el avión había leído El zorro de arriba y el zorro de abajo, la novela final de José María Arguedas. Arguedas había empezado a escribir ese adiós a la vida el día que decidió matarse, y la novela era su largo y desesperado testamento. Yo la leí y le creí, desde la primera página le creí: aunque no conocía a ese hombre, le creí como si fuera mi siempre amigo.

En El zorro, Arguedas había dedicado a Onetti el más alto elogio que un escritor pueda brindar a otro escritor: había escrito que estaba en Santiago de Chile, pero en realidad quería estar en Montevideo, “para encontrarse con Onetti y apretarle la mano con que escribe”.
En casa de Onetti, se lo comenté. El no sabía. La novela recién publicada, no había llegado todavía a Montevideo. Se lo comenté, y Onetti quedó callado. Hacía bien poco que Arguedas se había partido la cabeza de un balazo.
Los dos estuvimos mucho tiempo, minutos o años, en silencio. Después yo dije algo, pregunté algo y Onetti no contestó. Entonces alcé los ojos y le vi aquel tajo de humedad que le partía la cara.

De El libro de los abrazos, de Eduardo Galeano

martes, 8 de junio de 2010

Caminando una noche en tiempos de frío


A Luis La Hoz

Yo tengo un amigo.
Hace tiempo que no nos vemos, pero las pocas veces que nos vimos fueron disfrutadas intensamente, soñadores corriendo – pese a la diferencia de edades materiales – tras las lunas que algunas noches frías de junio se empeñaron en hacernos mirar.
Su poesía franca y de hermano mayor, mi guitarra de tímido principiante (aunque ya llevaba años en el oficio), la calle, el recuerdo de amigos y conocidos comunes.
¿Sabes algo de Toño, de Balo, de Arturo o de los tres?, ¿es cierto que tienes algunos cuadernos originales de Luis Hernandez?... eran patas ¿no?
Hace algo así como quince años de todo esto y no lo he vuelto a ver desde entonces. Seguro que ahora que estaré por Lima lo busco de todas maneras ¿será su dirección todavía?
Ni siquiera cuando vivía entre la niebla de Lima lo busqué. Qué huevada.
Sabrás entonces, Lucho, los abrazos y las canciones que te estoy debiendo.

Pronunciamiento de Tierra y Libertad a 1 año de Bagua

En momentos en que la prensa se encuentra ocupada en especular acerca del horrendo asesinato de la joven Stephany Flores Ramirez, el que obviamente es repudiable y sobre cuyas características comentaremos en otro post, resulta necesario tocar el tema de los luctuosos sucesos de Bagua, acaecidos hace un año y que tiene - a no dudarlo - como responsable al sistema imperante que genera conflictos por tratar de imponer su razón sin consultar o tomar en cuenta la opinión de los actores sociales.

A continuación paso a transcribir el pronunciamiento de Tierra y Libertad al respecto:



Tierra y Libertad
A UN AÑO DE BAGUA

¡¡LAS TIERRAS, LOS BOSQUES Y EL AGUA… NO SE VENDEN!!!
¡¡VIVA LA LUCHA DE LOS PUEBLOS DE LA AMAZONÍA PERUANA!!

Tierra y Libertad rinde un justo y sentido homenaje a nuestros hermanos indígenas y policías que perdieron su vida a consecuencia de un enfrentamiento que nunca debió producirse, si el gobierno que preside Alan García Pérez, hubiese tenido la voluntad de escuchar y consultar a los pueblos, en vez de inclinar la cabeza y actuar servilmente frente al gran capital trasnacional y sus intereses de apropiarse de nuestra amazonia.

Un año después de la heroica lucha indígena, liderados por la AIDESEP, el tiempo les está dando la razón y han dado una hermosa lección al país y al mundo: Para desarrollarnos con justicia, hay que proteger los bosques, el agua de los ríos y nuestra extraordinaria biodiversidad. Para ser democráticos, hay que respetar los territorios indígenas y consultar a sus pueblos. Para invertir en la selva hay que defender el medio ambiente hoy, pensando en los que vendrán mañana. Para construir un país para todas las sangres… la selva no se vende… la selva se defiende.

Pero como en todo el país, la lucha de los pueblos de la selva continúa y la hacemos nuestra:
1.- Exigiendo al gobierno la promulgación inmediata de la ley de consulta previa a los pueblos indígenas y originarios y el cumplimiento de los compromisos asumidos para el desarrollo de la amazonia peruana.

2.- Demandando la suspensión de la entrega de lotes petroleros y concesiones mineras hasta que concluya la titulación de los territorios de las comunidades, con la inclusión de los bosques, y se realice el ordenamiento territorial para garantizar el uso sostenible del agua y la biodiversidad y la protección del ambiente, así como con el reconocimiento del derecho a igual trato y a la identidad étnico cultural.

3.- Defendiendo las organizaciones auténticas de los pueblos indígenas contra el paralelismo y los inmorales propósitos de división que intenta el gobierno, utilizando para ellos los recursos del Estado.

4.- Apoyando la firma de un compromiso de las fuerzas políticas democráticas para investigar y sancionar a los responsables políticos de los sucesos de Bagua: Garcia, Yehude Simons, Mercedes Araoz, Mercedes Cabanillas.

5.- Exigiendo la derogatoria de las leyes que considera criminales a quienes protestan. Diciendo alto a la persecución a los defensores del agua y de la tierra en los andes y la amazonia. Demandando la libertad y corte de juicios a los dirigentes y pobladores indígenas.

Para Tierra y Libertad, nuestro homenaje, también es una reafirmación de compromisos:

Seguiremos promoviendo la unidad más amplia de todas las fuerzas democráticas para derrotar la corrupción aprofujimorista.

Seguiremos luchando para cambiar esta política económica que enriquece a unos cuantos y excluye el resto.

Seguiremos trabajando para transformar el Estado y la democracia, hoy capturados por la voracidad del gran capital trasnacional.

No nos cansaremos de promover la unidad programática de las fuerzas democráticas con los movimientos indígenas-ecologistas-socialistas, los pequeños y medianos empresarios que junto a los trabajadores, mujeres y estudiantes buscamos un Perú con paz, justicia, soberanía y dignidad.


¡¡POR VIDA Y DIGNIDAD, TIERRA Y LIBERTAD!!

Bagua, 05 de junio del 2010

Comisión Política Nacional de Tierra y Libertad
Comité Regional de Amazonas de Tierra y Libertad

lunes, 7 de junio de 2010

Algunos poemas de César Calvo (a modo de homenaje inopinado)



NOCTURNO DE VERMONT

Me han contado también que allá las noches
tienen ojos azules
y lavan sus cabellos en ginebra.
¿Es cierto que allá en Vermont, cuando sueñas,
el silencio es un viento de jazz sobre la hierba?
¿Y es cierto que allá en Vermont los geranios
inclinan al crepúsculo,
y en tu voz, a la hora de mi nombre,
en tu voz, las tristezas?
O tal vez, desde Vermont enjoyado de otoño,
besada tarde a tarde por un idioma pálido
sumerges en olvido la cabeza.
Porque en barcos de nieve, diariamente,
tus cartas
no me llegan.
Y como el prisionero que sostiene
con su frente lejana
las estrellas:
chamuscadas las manos, diariamente
te busco entre la niebla.
Ni el galope del mar; atrás quedaron
inmóviles sus cascos de diamante en la arena.
Pero un viento más bello
amanece en mi cuarto,
un viento más cargado de naufragios que el mar.
(Qué luna inalcanzable
desmadejan tus manos
en tanto el tiempo temporal golpeando
como una puerta de silencio suena.)
Desde el viento te escribo.
Y es cual si navegaran mis palabras
en los frascos de nácar que los sobrevivientes
encargan al vaivén de las sirenas.
A lo lejos escucho
el estrujado celofán del río
bajar por la ladera.
(un silencio de jazz sobre la hierba.)
Y pregunto y pregunto:
¿Es cierto que allá en Vermont
las noches tienen ojos azules
y lavan sus cabellos en ginebra?
¿Es cierto que allá en Vermont los geranios
otoñan las tristezas?
¿Es cierto que allá en Vermont es agosto
y en este mar, ausencia...?


AQUEL BELLO PARIENTE DE LOS PÁJAROS

Aquel bello pariente de los pájaros
que escondía su sombra de la lluvia
mientras tú dirigías
sobre ardientes cuadernos el vuelo de su mano.
El niño que subía
por el estambre rojo del verano
para contarte ríos de perfume,
cabellos rubios y país de nardos.
Tu niño preferido -¡si lo vieras!-
es el alma de un ciego que pena entre los cactus.
Es hoy el otro, el sin reír, el pálido,
rabioso jardinero de otoños enterrados.

¿Y sabiendo esto lo quisiste tanto?
¿Lo acostumbraste al mar,
al sol,
al viento, para que hoy ande respirando asfixias
en un pozo de náufragos?
¿Para esta pobre condición de niebla
defendiste su luz de enamorado?

Poesía, no quiero este camino
que me lleva a pisar sangre en el prado
cuando la luna dice que es rocío
y cuando mi alma jura que es espanto.

Poesía, no quiero este destino.
Llévate tus sandalias.
¡Devuélveme mis manos!

El final de la historia lo dirán las estrellas
y las hojas que cubren mi sueño sepultado.


EL RETORNO

Todos los rostros se desprenden
De nuestros ojos caen como cáscaras los años
Sin embargo debemos sonreír como ese espejo
Donde un soplo borró la imagen más amada
Y desteñidos paisajes se aniegan en lo oscuro

Hasta que sentimos sobre nuestros ojos
Las primeras paladas de tierra
La última caricia inacabable
Y nos reconciliamos con nuestra procedencia

Así ha ocurrido siempre y así tendrá que ser
Y luego de la helada corriente y luego
De enterrada la luna entre sus aguas
En el siguiente día
El mismo solo muere por una sola vez
Caerá como un río sobre campos sin memoria

Cruz Velacuy y la Calle Fierro

El 2 de mayo, como consecuencia de haber recibido el “Cargo” el año 2009 para asumir la celebración de “Cruz Velacuy” el 2010, de la Cruz de la Calle Fierro, del cercado de Cusco, donde vive la familia León Pino Mena, de quienes me considero amigo cercano, de allí que – luego de varios días de preparación – llegó por fin el momento de la celebración.

Todo comenzó – oficialmente - a las 8 de la noche del 2 de mayo, con la misa en el lugar donde se encuentra la Cruz, la misma que fue oficiada por el Padre, quien bendijo la celebración. Luego de servir los tradicionales ponches a los concurrentes, además de la cerveza, ron o pisco, que contrarresten el implacable frío de la época y de la noche de luna llena, se vela a la Cruz encendiendo tradicionales cirios (velas o ceras adornadas con motivos diversos), que se van consumiendo y encendiendo otros a fin que se mantengan la llamas que simbolizan la fe, de allí que todo se lleva adelante con cierta reflexiva algarabía, entre rezos y la alegría típica de una fiesta.


Cada quien lleva los ya aludidos cirios o velas y como ocurre en este tipo de celebraciones, lo primero que hacen es acercarse hasta la Cruz y encender su cera, con la oración que en silencio acompaña los diversos pedidos o agradecimientos.

Tengo entendido que las celebraciones en torno a las cruces no varían mucho una de a otra, ya cada “carguyoc” o “mayordomo” y las familias que las albergan son quienes pueden darle un aspecto característico, aunque pueden existir variaciones de los pedidos y concurrentes a cada Cruz ya que la zona en la cual se desarrolla la celebración resulta determinante (zona de comerciantes, transportistas, etc.).

Como mucho saben, la fiesta de “Cruz Velacuy” se desarrolla entre los días 2 y 3 de mayo y consta básicamente de “velar” la cruz durante la noche y la posterior madrugada y tiene por finalidad rendirle culto a la Cruz cristiana, la misma que en el particular caso de los andes peruanos, están colocadas o erigidas mayoritariamente sobre lugares sagrados de carácter pagano. Su origen se remonta a las primeras décadas del siglo XVIII, por entonces – refieren los historiadores – era una festividad reducida a círculos familiares. Luego de producirse la conquista, la Cruz fue uno de los elementos de lucha ideológica para evangelizar a los americanos y también para facilitar su sumisión, de allí que su adoración y uso fueron obligatorios en el nuevo mundo; los "extirpadores de idolatrías" (sacerdotes católicos) al destruir los santuarios andinos pre colombinos ("idólatras" y "paganos") tuvieron especial cuidado en colocar cruces en su lugar; aunque como se sabe también el evangelizado simplemente creyó tener un elemento de culto más para su religión panteísta.

Lo que me animó a recibir el cargo mencionado es la amistad que me une con la familia que durante años ha mantenido viva la tradición de su festividad, la evidente honestidad de su culto y la necesidad que las tradiciones que contienen el sincretismo andino – cristiano se perennicen a lo largo de los tiempos, retomando elementos sobre los cuales está construida nuestra identidad cultural, identidad que reclamamos se respete y reconozca en todos los ámbitos.