martes, 27 de julio de 2010

Un pueblo… una imagen… toda la fe

Gracias a diversos artículos que se han escrito por estos días respecto de la fiesta de la Virgen Del Carmen de Paucartambo, ha quedado en evidencia que en dicha celebración se alojan dos fiestas perfectamente diferenciadas y con protagonistas absolutamente distintos.

La primera fiesta, sin que esto signifique orden de prelación, es aquella protagonizada por los diversos visitantes que llegan a Paucartambo en las fechas comprendidas entre el 15 y 18 de julio de cada año y que con muy poco interés por la fe y las manifestaciones culturales que tanto cuesta preservar, se dedican a beber como enajenados, entre otras cosas, en un escenario desprovisto del control de las autoridades (policía o serenazgo) o – en el caso de los más jóvenes – de la mirada vigilante de sus padres. Muchos de estos visitantes, en su gran mayoría, ni siquiera asisten a las fiestas ofrecidas por las diferentes comparsas que le bailan y/o cantan a la Virgen Del Carmen, únicamente se limitan a estar en las calles y plazas, generando, más allá de una imagen patética, un serio problema de seguridad para todos.

La segunda fiesta - y la más importante - es la que protagonizan alrededor de la Virgen Del Carmen, los bailarines y devotos, sean residentes o no de Paucartambo, pero cuya presencia es motivada fundamentalmente por la fe y el dulce apego a lo sagrado. Los cuatro días de festividad resultan insuficientes para abrazar a todos los que uno quiere. Las preocupaciones van dirigidas a asistir a todos los actos de la fiesta, de los cuales hay algunos que son imperdibles tales como la procesión y la bendición. Cada comparsa con sus Carguyoc y sus seguidores. Cada quien con sus tristezas, cada quien con sus alegrías, cada quien con su fe.
Este año, en la era del cambio climático, en plena procesión del 16 de julio se puso a llover (el cielo también tiene sus tristezas), situación difícil para los danzantes de las comparsas ya que muchos terminaron con algunas complicaciones bronquiales producto de haber bailado bajo la lluvia durante casi tres horas, pero ese detalle termina siendo anecdótico ante la abrumadora cantidad de gente que acompañó la procesión este año. El destello de la maravilla tiene nombre.
La Cuadrilla Contradanza, a la que pertenezco, tuvo de Carguyoc a José Luis Rozas y a su esposa Patricia, el cariño con que fuimos atendidos fue conmovedor. El esfuerzo de toda una familia, los gestos de protección y desprendimiento se convirtieron en la característica más peculiar.

Cuatro días que siempre valen la pena. Se salvan las distancias y se acortan las ausencias, “con nosotros nuestros muertos, para que nadie se quede atrás” diría don Atahualpa Yupanqui el 17 de julio en el cementerio del pueblo.
Algunos Saqras se tapan el rostro ante la mirada redentora de su Madre. Los Qollas caídos en el combate, el carro de fuego, las plumas de los vencedores. La tristeza de las despedidas.
Un año menos.
Esta fiesta es a la que tengo el honor de asistir cada año de esta vida que vivo y espero seguir haciéndolo hasta que muera.

jueves, 8 de julio de 2010

MANUEL SCORZA Y LA TUMBA DEL RELÁMPAGO

El 27 de noviembre de 1983 amaneció con sol, como cada mañana aquí en Cusco, horas antes, el vuelo 11 de la compañía venezolana Avianca, un Boeing 747, se precipita a tierra en las afueras del aeropuerto madrileño de Barajas, uno de los pasajeros de ese fatídico accidente era Manuel Scorza.
Yo había escuchado hablar de Manuel Scorza a mi hermano Víctor, en ése entonces él estaba leyendo – si mal no recuerdo - la novela “Redoble por Rancas” y comentó acerca del accidente en España. No sé si fue por eso que cuando estuvo disponible el libro comencé a leerlo y lo terminé en menos de una semana.
Luego, con el tiempo, vinieron otros libros: “Historia de Garabombo, El Invisible”, “El Jinete Insomne” y “El Cantar de Agapito Robles”. Más tarde, “La Tumba del Relámpago”.
Los libros de poemas no los había leído hasta que años después, una de esas tardes en que algún amigo con tacto de elefante, mientras yo andaba cantando al viento alguna pena de amor, me alcanzó “Los Adioses”, un poemario cuya profundidad podría cambiar la vida de cualquier proyecto de poeta o de lector de poesía.
Scorza, militante de izquierda, editor literario, había nacido en Lima un 9 de septiembre de 1928, vivió parte de su infancia en Acoría (distrito de Huancavelica), luego regresó a Lima a estudiar en el Colegio Militar Leoncio Prado y luego – como no podía ser de otro modo – ingresó a la Universidad de San Marcos donde se desarrolló políticamente.

Creo que la infancia serrana en Acoría le da a Scorza los elementos necesarios y la sensibilidad suficiente para haber entendido tan bien la lucha de los campesinos de la comunidad de Rancas por recuperar sus tierras ante el arrebato de las mismas por parte de la Cerro de Pasco Copper Corporation, empresa que actuaba con el aval del gobierno central, es decir desde Lima.
Redoble por Rancas es una novela crítica no solamente de la actuación de la transnacional, sobre todo relata la injusticia basada en el sistema feudal o de haciendas que en los años 60 imperaba en el país, la indefensión y permanente dolor del campesino de la sierra peruana. El primer capítulo trata del miedo de un pueblo a levantar una moneda de bronce que se le cayó (o dejo caer) el juez Francisco Montenegro. La gente iba a la plaza de Yanahuanca a mirarla, pero no la tocaban. Un año después Montenegro dijo que se encontró un sol (la moneda) y el pueblo suspiro.
La lectura de la obra de Scorza es necesaria, y cuando lo hagan – si deciden hacer caso a esta recomendación y todavía no lo han hecho – sería bueno que analicen cuántas de las cosas que allí se cuentan permanecen igual, además que puede explicar la profunda desconfianza del campesino hacia las disposiciones emanadas desde un centralismo cuya gente ni siquiera conocen.

Este post no es otra cosa que un pequeño y humilde homenaje a Manuel Scorza, además de ser un desagravio póstumo al artículo escrito por Rodolfo Hinostroza en Caretas 2116, donde hace una serie de afirmaciones que personalmente – como es lógico - desconozco si son ciertas o no. Hinostroza (a quien tengo el gusto de conocer y además admiro mucho) lo conoció bien. Sin embargo me parece – por decir lo menos – de muy mal gusto escribir acerca de aspectos personales de alguien cuya obra es lo importante – como de la mayoría de escritores – y no la forma de beber el ron o de abrazar y decepcionar a sus amigos (eso aunque no crean, también es un derecho). Mucho peor si el directamente afectado ya no puede defenderse.
Aquí van algunos poemas que espero les gusten:

SERENATA
Íbamos a vivir toda la vida juntos.
Íbamos a morir toda la muerte juntos.
Adiós.

No sé si sabes lo que quiere decir adiós.
Adiós quiere decir ya no mirarse nunca,
vivir entre otras gentes,
reírse de otras cosas,
morirse de otras penas.

Adiós es separarse ¿entiendes?, separarse,
olvidando, como traje inútil, la juventud.
! Íbamos a hacer tantas cosas juntos!
Ahora tenemos otras citas.
Estrellas diferentes nos alumbran en noches diferentes.
La lluvia que te moja me deja seco a mí.
Está bien: adiós.

Contra el viento el poeta nada puede.
A la hora en que parten los adioses,
el poeta sólo puede pedirle a las golondrinas
que vuelen sin cesar sobre tu sueño.

EL DESTERRADO
Cuando éramos niños,
y los padres
nos negaban diez centavos de fulgor,
a nosotros
nos gustaba desterrarnos a los parques,
para que viéramos que hacíamos falta,
y caminaran tras su corazón
hasta volverse más humildes y pequeños que nosotros.
Entonces era hermoso regresar!
Pero un día
parten de verdad los barcos de juguete,
cruzamos corredores, verguenzas, años;
y son las tres de la tarde
y el sol no calienta la miseria.
Un impresor misterioso
pone la palabra tristeza
en la primera plana de todos los periódicos.
Ay, un día caminando comprendemos
que estamos en una cárcel de muros que se alejan...
Y es imposible regresar.

A CÉSAR CALVO AGRADECIÉNDOLE QUE ESTÉ AQUÍ (*).

(*) Poema inédito de Manuel Scorza. Escrito en la mañana del 20 de mayo en el Hotel de Turistas de Tacna. Corregido en París la noche del 21 de junio de 1977.Una frase pequeña del poema se publicó en la revista Somos del diario El Comercio al fallecer el también poeta peruano César Calvo.
Fuente: de la correspondencia entre Mariana Alegre Scorza (nieta de Manuel) y Gabriel Martínez (estudioso admirador del poeta) - 30/05/2001.
Enviado por el escritor Santiago Hynes - Bs. Aires. a Página Digital (www.paginadigital.com.ar)

En el principio el hombre abandonaba a sus muertos.
Hace cincuenta mil años comenzó a cavar tumbas.
En la piel de las cavernas cinceló sus miedos bellísimos:
descubrió la poesía.
Por eso estamos aquí,
aventando palabras contra el cielo indiferente.

Cecilia, mi hija, juega con sus años:
cuatro guijarros de colores.
La vida pasa tan rápido, César, que una tarde
la miraremos salir para el parque
y regresar hermosísima mujer.
Así es, César, la vida huye tan rápido
que uno de estos días deberíamos tratar de decir la verdad.
Por favor, qué ocurrencia.
¡El mayordomo tiene órdenes estrictas
de tirarle la puerta al pasado!
Porque jóvenes áureos,
en las breñas del horror de América combatían entonces
por un mundo más bello.
Mortalmente heridos caían
más que por la metralla llagados por sus sueños.
Hermosos nacían a la muerte.
Mientras nosotros tatuábamos poemas olvidados
en cuerpos olvidados de mujeres olvidadas.
En chinganas de mala muerte cauterizábamos nuestra melancolía
bebiendo aguardiente que no era Agua Ardiente.
Lenin no apreciaba a los poetas:
cortó groseramente un poema de Maicovski.
Vladimir Maicovski se mató.
Pero Lenin se equivocaba: el Che llevaba en su mochila
acribillados versos de León Felipe
y Javier Heraud llevaba una carta tuya en su chaqueta.
El impiadoso río Madre de Dios arrastró su cuerpo,
tu cuerpo, mi cuerpo, nuestra acribillada juventud, todo.
Pero la vida fluye más rápido que el río Madre de Dios.
¡Imposible erigir un mundo nuevo
sin desembarcar en las Indias entrevistas en nuestros sueños!
Una revolución que sólo es una revolución no es una
revolución.
¡Hay que volcarlo todo, hay que quemarlo todo, hay que arrancarlo todo!
No permitir que vuelva a retornar jamás la misma realidad,
la misma familia, la misma agua, los mismos padres, la misma
luz, la misma patria, el mismo futuro, la misma tristeza, la
misma religión, el mismo sol!
¿Quién se atrevería a absolvernos?
Un inmortal poema nos absolvería.
Pero los años han pasado y no hemos mencionado la Palabra
Ígnea.
La vida es tan fugaz, César, que una de estas tardes
saldrás a comprar cigarros
y regresarás a contar chistes en nuestros velorios.
Y ahora sí te acepto un pisco.
Porque a pesar de esta tristeza, la vida vale la pena:
estoy alegre, estoy árbol, estoy exaltado, estoy
con mis amigos, estoy relámpago, estoy luz.
Porque el hombre que está más cerca de su muerte
que de su nacimiento
necesita urgentemente ser feliz.
Hace cincuenta mil años, en la piel de las cavernas,
comencé a grabar este poema.
Por eso estoy aquí aventando palabras contra el cielo
indiferente.

jueves, 1 de julio de 2010

NOS COMEMOS ESTE SAPO? (El Muro Inka de la Calle Loreto)

La verdad es que tenía planeado escribir acerca de otros temas, pero existen aspectos que deben ser tratados urgentemente, más aún cuando la prensa nacional – es decir limeña – no ha sido capaz de dar cuenta de estos hechos, hasta ahora por lo menos.
En Cusco, Perú, el centro histórico está protegido por una serie de normas que resguardan el patrimonio arqueológico que en él existe. Sin embargo, atendiendo el “boom” comercial de la Capital Histórica del Perú, hace algunos años tanto la Municipalidad Provincial así como el INC (Instituto Nacional de Cultura) autorizaron la construcción de un nuevo Centro Comercial, entre las calles Maruri y Loreto. Viva el descontrol.

La Calle Loreto – para los que conocen Cusco – era poseedora de uno de los muros incas de más impecable factura de esta ciudad. Peatonal, fría y atemporal, constituye uno de los accesos frecuentes a la Plaza de Armas (aunque el término correcto debería ser Plaza Mayor ¿no?). Ahora se darán cuenta de por qué digo “era poseedora”.

Hace aproximadamente una semana, se quitaron las arpilleras (suerte de tejido hecho de bolsas de polietileno o similares que tiene la finalidad de tapar ciertos trabajos mientras estos se realizan y defenderlos de factores externos) que impedían ver el desarrollo de la obra que se llevaba a cabo. Grande y dolorosa fue la sorpresa de todos cuando se descubrió el mencionado muro y se dio paso a unos de los espectáculos más terribles de los que hemos sido testigos los que habitamos esta ciudad. Obviamente el muro había sido desmontado – nadie sabe con qué autorización – para facilitar las obras seguramente, el problema es que desarmar siempre es más fácil que armar, cuando se quiso volver a colocar el muro ya era demasiado tarde.

Las piedras se encuentran en evidente desorden, es decir no guardan la solidez y armonía de las cuales hacía gala el muro antes de ser horrendamente manoseado y, ante la necesidad de cubrir los espacios que dejaban entre una piedra y otra, no encontraron mejor salida que introducir cemento mal mezclado. Existen piezas que han sido cortadas (cinceladas o aserradas, para ser más claro) ya que no encajaban con otras. Son aproximadamente 12 metros de largo de atentado continuo por casi 4 de alto. Francamente, una barbaridad.

¿Y las autoridades?, claro, ahora salen a decir lo de siempre: “hemos dispuesto una investigación sumaria para encontrar a los responsables”, “esto no lo vamos a permitir”, “yo nunca autoricé este asunto, lo hizo la gestión anterior”. Vaya, vaya, en buena cuenta, los que tenían la obligación de supervisar y controlar la obra y su aspecto arqueológico ahora no saben nada. Estoy de acuerdo con que algún supervisor del INC y de la Municipalidad tiene directa responsabilidad en el tema y que deben ser procesados y sancionados penalmente, pero existe una responsabilidad administrativa y política tanto del Director como del Alcalde, respectivamente (entre otros). Personalmente no nos vamos a comer ese sapo.

Sería conveniente – esta es una posición empírica por cierto – que paralelamente a las voces altisonantes y persecutorias de buscar responsabilidades para limpiar las propias, el carácter técnico del tema permita escuchar también a los profesionales que nos digan si es posible corregir en algo esta bofetada al patrimonio y si existe la posibilidad de rehacer el muro de la Calle Loreto a fin que – por lo menos – se acerque a cómo era antes de que la mano del hombre del siglo XXI haga pedazos lo que el tiempo y la naturaleza no pudieron destruir.