martes, 28 de diciembre de 2010

Feliz Año 2011 Seguidores!!!

Faltan unas pocas horas para que se acabe este año, un 2010 que nos trajo y también se llevó.
Nos trajo nuevos sueños (que acaban de envejecer), cierta inusual dulzura en el aire y todo lo bueno que un ser humano encuentra mientras está vivo. Se llevó los padres de algunos amigos y amigas, se llevó amigos, se llevó algo de nuestra sobreviviente inocencia y parte de la esperanza que pese a todo no terminamos de perder.
Se llevó hermanos en Haití y en otros lugares del planeta… nuestros niños siguieron muriendo de frío en el sur del país.
Exilio Inmóvil solamente intenta ser un pequeño lugar, en esta suerte de mundo paralelo que es el ciberespacio, desde el cual comparto ilusiones, sueños, convicciones, querencias y hasta ciertos dolores. Viejas cicatrices con las cuales hemos aprendido a caminar, aunque a veces nos sorprende y alumbra la dulce luz de luna de unos ojos inolvidables que acarician las noches (sabes que se trata de ti) y creo de nuevo en el mundo. Dicen que un pesimista no es otra cosa que un optimista con experiencia.
Y siempre espero vuestros comentarios.
Por la luz de Chaska y por las canciones que esperan por nacer.
El 2010 Vargas Llosa ganó el Premio Nobel.
El 2010 Susana Villarán ganó en Lima y algunos compañeros de izquierda pensaron que ellos habían ganado.
El 2010 hubo un reality sobre los mineros en Chile (auspicia Lan Chile).
El 2010 murió José Saramago.
A los que leen este Blog y aquellos en los que piensan ustedes - los que lo leen – les deseo de la manera más sincera un feliz año 2011 donde las sonrisas y las buenas noticias sean la característica de cada uno de vuestros pasos.
Con toda gratitud FELIZ 2011
Yuri Boluarte
Exilio Inmóvil

P.D. Juvenal renuncia al Cienciano, eres tóxico para el aire del Cusco. Vamos Julio García, capitán por siempre!!!

martes, 21 de diciembre de 2010

Estas Navidades Siniestras (un artículo de Gabriel García Márquez)

Todavía en 1980, más específicamente el 24/12 (hace 30 años), el escritor que pocos años después ganaría el Premio Nobel de literatura con la novela “Cien Años de Soledad”, escribe el artículo que a continuación reproduzco.El diario que albergó esta suerte de confesión catárquica de Gabriel García Márquez fue “El País” de España. Lo más interesante es la terrible actualidad del tema y quizás es más terrible todavía que en los últimos 30 años nos hayamos - de manera voluntaria o involuntaria – negado a la posibilidad de ver la realidad que se presenta irreversible ante nuestros ojos y aceptemos “a pie juntillas” esta extraña manera de celebrar el nacimiento de alguien que cambió para siempre la historia… ¿se han preguntado qué opinaría Jesús (el del pesebre) si viera en lo que ha convertido su cumpleaños? ¿ha cambiado mucho el panorama navideño de hace 30 años a la fecha?
Estas Navidades Siniestras (un artículo de Gabriel García Márquez)
Publicado en El País, Opinión, 24-12-1980.
Ya nadie se acuerda de Dios en Navidad. Hay tantos estruendos de cometas y fuegos de artificio, tantas guirnaldas de focos de colores, tantos pavos inocentes degollados y tantas angustias de dinero para quedar bien por encima de nuestros recursos reales que uno se pregunta si a alguien le queda un instante para darse cuenta de que semejante despelote es para celebrar el cumpleaños de un niño que nació hace 2.000 años en una caballeriza de miseria, a poca distancia de donde había nacido, unos mil años antes, el rey David. 954 millones de cristianos creen que ese niño era Dios encarnado, pero muchos lo celebran como si en realidad no lo creyeran. Lo celebran además muchos millones que no lo han creído nunca, pero les gusta la parranda, y muchos otros que estarían dispuestos a voltear el mundo al revés para que nadie lo siguiera creyendo. Sería interesante averiguar cuántos de ellos creen también en el fondo de su alma que la Navidad de ahora es una fiesta abominable, y no se atreven a decirlo por un prejuicio que ya no es religioso sino social. Lo más grave de todo es el desastre cultural que estas Navidades pervertidas están causando en América Latina. Antes, cuando sólo teníamos costumbres heredadas de España, los pesebres domésticos eran prodigios de imaginación familiar. El niño Dios era más grande que el buey, las casitas encaramadas en las colinas eran más grandes que la virgen, y nadie se fijaba en anacronismos: el paisaje de Belén era completado con un tren de cuerda, con un pato de peluche más grande que Un león que nadaba en el espejo de la sala, o con un agente de tránsito que dirigía un rebaño de corderos en una esquina de Jerusalén. Encima de todo se ponía una estrella de papel dorado con una bombilla en el centro, y un rayo de seda amarilla que había de indicar a los Reyes Magos el camino de la salvación. El resultado era más bien feo, pero se parecía a nosotros, y desde luego era mejor que tantos cuadros primitivos mal copiados del aduanero Rousseau.
La mistificación empezó con la costumbre de que los juguetes no los trajeran los Reyes Magos -como sucede en España con toda razón-, sino el niño Dios. Los niños nos acostábamos más temprano para que los regalos llegaran pronto, y éramos felices oyendo las mentiras poéticas de los adultos. Sin embargo, yo no tenía más de cinco años cuando alguien en mi casa decidió que ya era tiempo de revelarme la verdad. Fue una desilusión no sólo porque yo creía de veras que era el niño Dios quien traía los juguetes, sino también porque hubiera querido seguir creyéndolo. Además, por pura lógica de adulto, pensé entonces que también los otros misterios católicos eran inventados por los padres para entretener a los niños, y me quedé en el limbo. Aquel día como decían los maestros jesuitas en la escuela primaria- perdía la inocencia, pues descubrí que tampoco a los niños los traían las cigüeñas de París, que es algo que todavía me gustaría seguir creyendo para pensar más en el amor y menos en la píldora.
Todo aquello cambió en los últimos treinta años, mediante una operación comercial de proporciones mundiales que es al mismo tiempo una devastadora agresión cultural. El niño Dios fue destronado por el Santa Claus de los gringos y los ingleses, que es el mismo Papa Noel de los franceses, y a quienes todos conocemos demasiado. Nos llegó con todo: el trineo tirado por un alce, y el abeto cargado de juguetes bajo una fantástica tempestad de nieve. En realidad, este usurpador con nariz de cervecero no es otro que el buen san Nicolás, un santo al que yo quiero mucho porque es el de mi abuelo el coronel, pero que no tiene nada que ver con la Navidad, y mucho menos con la Nochebuena tropical de la América Latina. Según la leyenda nórdica, san Nicolás reconstruyó y revivió a varios escolares que un oso había descuartizado en la nieve, y por eso le proclamaron el patrón de los niños. Pero su fiesta se celebra el 6 de diciembre y no el 25. La leyenda se volvió institucional en las provincias germánicas del Norte a fines del siglo XVIII, junto con el árbol de los juguetes. y hace poco más de cien años pasó a Gran Bretaña y Francia. Luego pasó a Estados Unidos, y éstos nos lo mandaron para América Latina, con toda una cultura de contrabando: la nieve artificial, las candilejas de colores, el pavo relleno, y estos quince días de consumismo frenético al que muy pocos nos atrevemos a escapar. Con todo, tal vez lo más siniestro de estas Navidades de consumo sea la estética miserable que trajeron consigo: esas tarjetas postales indigentes, esas ristras de foquitos de colores, esas campanitas de vidrio, esas coronas de muérdago colgadas en el umbral, esas canciones de retrasados mentales que son los villancicos traducidos del inglés; y tantas otras estupideces gloriosas para las cuales ni siquiera valía la pena de haber inventado la electricidad.
Todo eso, en torno a la fiesta más espantosa del año. Una noche infernal en que los niños no pueden dormir con la casa llena de borrachos que se equivocan de puerta buscando dónde desaguar, o persiguiendo a la esposa de otro que acaso tuvo la buena suerte de quedarse dormido en la sala. Mentira: no es una noche de paz y de amor, sino todo lo contrario. Es la ocasión solemne de la gente que no se quiere. La oportunidad providencial de salir por fin de los compromisos aplazados por indeseables: la invitación al pobre ciego que nadie invita, a la prima Isabel que se quedó viuda hace quince años, a la abuela paralítica que nadie se atreve a mostrar. Es la alegría por decreto, el cariño por lástima, el momento de regalar porque nos regalan, o para que nos regalen, y de llorar en público sin dar explicaciones. Es la hora feliz de que los invitados se beban todo lo que sobró de la Navidad anterior: la crema de menta, el licor de chocolate, el vino de plátano. No es raro, como sucede a menudo, que la fiesta termine a tiros. Ni es raro tampoco que los niños -viendo tantas cosas atroces- terminen por creer de veras que el niño Jesús no nació en Belén, sino en Estados Unidos.

viernes, 17 de diciembre de 2010

"Este sistema va a matar al artista", entrevista a Fernando Delgadillo


El año 2002, el cantautor mexicano Fernando Delgadillo concede a “Segundo Enfoque” la entrevista que a continuación posteo, interesantes aspectos sobre los cuales el autor de “Ten miedo de mi” expresa sus puntos de vista.
Debo indicar que hace cerca de 20 años conocí las canciones de Fernando Delgadillo gracias a una cinta que “la mujer más dulce del planeta” me prestó y yo nunca devolví. Por supuesto hasta ahora conservo la cinta y tiene mucho más que canciones.
Aquí la entrevista (antes que me asalte la nostalgia).

"Este sistema va a matar al artista" (Por Jairo Straccia)

Disfruta más al escribir que al cantar. Segundo Enfoque lo entrevistó en exclusivo y habló de política, de los contrastes del planeta, y por supuesto también de su arte. Contó cómo es crear en un mundo acelerado donde la ambición y el dinero parecen valores primordiales. Sabe que hay gente a la que pueden urgirle canciones. “A lo mejor mis canciones pueden sembrar ideas”, dice.
Cantante bohemio de 36 años. Vive de andar de gira por México con la guitarra bajo el brazo. Aunque desearía que le bastara con inventar canciones, nada más. Con pelo largo y algo de barba, entre discos de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y otros trovadores compatriotas suyos, es un exponente de temas rebeldes, de los que ya quedan pocos.
Empezó con el folklore porque le gustaba la percusión y era más accesible un bombo legüero que una batería para el rock and roll. Allí dio los pasos iniciales en la música. Aunque no era sólo música.
¿Cuándo comenzaste a cantar?
A hacer canciones empecé hace unos diecisiete años. Cantar he cantado toda la vida. Desde niño, creo que me gustaba eso de las canciones y ese sueño en el que cae el que está cantando y a veces también los que están cantando con uno y que comparten la canción. Por esa especie de acto de ilusionismo cuando se está haciendo una canción.
¿Empezaste por el folklore?
Sí, estábamos tocando en ese tiempo canciones de Quilapayún, también nos gustaba mucho la canción chilena y la cantábamos mucho. Había cosas que hacían que me pudiera acercar a esa canción que hablaba de las diferencias, de las fronteras humanas. Y después pensando primero en los demás, me acercó un poco el humanismo, el asunto de la fraternidad, no sólo buscar la libertad, ni sólo la igualdad, sino la fraternidad. Y empecé a escribir canciones, o a intentar hacerlo. Tenía como 22 años.
¿Qué disfrutás más: componer la canción o cantarla en un escenario?
Definitivamente hacerla. Me gusta más que estar cantando ante un público. El trabajo de la composición es lo que más me gusta. Pero de lo que puedes vivir es de cantar, no de estarlas haciendo, por lo menos en este momento.
¿Cuándo escribís, lo hacés espontáneamente o elegís un momento?
Las intento forzar pero casi nunca me sale nada. En esta vida común, sobre todo trabajando en esto de andar cantando, de repente no me vienen ideas. Cuando me vienen, las anoto. La verdad es que las mejores cosas que he podido concretar han sido cuando tengo una idea de algo y me pongo a trabajar la música. Sobre el ritmo escribo la letra y ya sobre la letra le hago la música completita. Un poco se van haciendo unas con otras.
Habitualmente, ¿escribís muchas canciones de golpe?
A veces tengo una idea y lo que me pasa es que me puedo tardar hasta dos años en hacer la canción. Tengo muchas canciones empezadas y de repente tengo alguna idea para terminarla. Me he ocupado en hacerlas bien, más bien como me gustarían a mí, que me cuesta mucho trabajo, antes de hacerlas por hacerlas nada más.
¿A qué le escribís?
Tengo cuatro géneros: el amor, el humor, lo social y lo vivencial. En torno a esto hago conjugaciones, y así es como he hecho mis canciones. Hay temporadas en que andas de buenas, otras que andas con penas y desdichas y yo creo que se va uno enriqueciendo de esos momentos. Enriqueciendo sólo de canciones... (risas).

Rebeldía musical
Mientras el periodista argentino pregunta con un porteño y prepotente “vos”, el artista mexicano responde con un amable “tú” que resalta las disparidades lingüísticas dentro de América Latina. Sin embargo, Fernando se muestra preocupado por las desigualdades sociales y acostumbra a volcarlo en las letras de sus temas.
¿Te considerás un cantante de protesta?
Creo que tengo una parte en mí que está en constante rebeldía. Ha sido así toda mi vida, no por moda o porque me parezca atractiva la posición de la protesta. Es que este mundo está todo mal y de cabeza. No sé si lo pudiera poner bien si me dieran las riendas, pero al menos uno puede señalar lo que no le parece y lo que uno alcanza a ver desde su punto de observación.
¿Creés que podés cambiar algo con tus canciones?
Pues yo no creo que se pueda cambiar nada. Uno está haciendo canciones y pone en ellas lo mejor de uno mismo, pero no estoy muy seguro de que puedan llegar a cambiar algo. A lo mejor, pueden sembrar ideas, eso es lo que sí podrían hacer. Quizás haya gente que responda de acuerdo con lo que estoy diciendo o en contra, pero que se le haga un criterio. Es un poco la intención de las canciones sociales que puedo llegar a hacer, que tengan algo que ver con eso, con una opinión personal que se pueda discutir en una casa o en una mente.
¿Estás afiliado a algún partido político?
No me he declarado por ningún político. Creo que el hombre es tan variable, que incluso alguien con quien puedes estar completamente de acuerdo en un momento, esa persona cuando recibe poder va a cambiar mucho. Depende de su formación, de cómo fue su infancia y su adolescencia, de qué cosas tiene encima, qué cosas terribles le han pasado, no sé.
¿Una salida todavía puede ser el socialismo?
Creo que el hombre tiene que evolucionar. El socialismo promueve mucho la igualdad, pero se le olvida la fraternidad, y por eso tiene diferencias y grandes abismos en la libertad. Y yo veo que el capitalismo tira a la pura libertad y crea sólo diferencias sociales abismales, porque precisamente le viene faltando la fraternidad, entender que el hombre sigue siendo hermano del hombre. Habría que considerarnos terrícolas, del planeta Tierra, para ayudar al que le falta y para compensar un poco.
¿Estas diferencias se ven mucho en México?
Claro, todo el tiempo lo ves. Aquí en ciudad de México la gente más o menos vive. Puede tener o anda buscando alguna oportunidad económica. Pero en el campo hay mucha miseria, hay gente que muere de hambre.
A la distancia, “el mexicano” promedio -que aparenta estar conforme con su realidad- no parece ser el espectador que uno imagina para tus canciones, muchas veces rebeldes o cuestionadoras.
México es un país de países. Y hay mucha gente, la mayoría, que piensa así como tú dices, pero aquí en Ciudad de México somos más de 25 millones. Hay muchas y diferentes culturas dentro de una misma. También hay mucha gente a la que pueden estar urgiéndole canciones.
¿Qué visión se tiene en México de los EE.UU.?
Hay mucha gente que está completamente de acuerdo con todo lo que Estados Unidos diga. Creo que es la gente en el poder básicamente. Hay gente que está de acuerdo con otras teorías, con otras ideas, que tienen que ver con el crecimiento general de la gente, pensando en los que menos tienen, a los que no les hace falta tanto la tecnología que pueda aportar el comercio o todo este sistema económico de EE.UU.
¿En cuál de esas posturas te inscribís?
Mi opinión la podría poner con ese refrán que aquí en México dice : “Pobrecito de mi país, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”.

Dilema
Fernando muestra otra vez el dilema de muchos que se rebelan contra el statu quo: ¿dar pelea por los medios que genera el propio sistema, o salirse de él para gestar un cambio desde afuera? En su obra ofrece una irónica canción a los que se venden como cantores rebeldes y resultan ser más felices que ninguno en ese puesto, pero que en realidad prefieren no modificar nada.
¿Qué le criticás al cantante de protesta ?
Le critico participar de ese estado de moda que fue la protesta y luego haberse convertido completamente al sistema. Esto puede parecer como que toda la gente que protesta puede llegar a cambiar y volver del lado al que estuvo criticando. Me parece que he visto muchos casos así. Sin embargo, no creo que todos por fuerza tengan que terminar del mismo modo.
¿Se puede cambiar al sistema desde adentro, o hay que salir de él para promover otras alternativas?
Yo lo vería así: si estás dentro del sistema y lo estás criticando, más probable es que termines convenciéndote de que estaba bien.
¿Adherís a la propuesta del Subcomandante Marcos?
Me parece que está de maravillas. Me interesa mucho todo el tema de los zapatistas. Sostienen que los pueblos indígenas necesitan autonomía, necesitan manejarse por sus propias leyes, ya que ellos tienen leyes anteriores todavía al sistema europeo que tenemos en México, a este occidentalismo en el que se convierte México después de la conquista. Ellos se consideran como nación indígena y la Constitución dice que hay una para todos los mexicanos. Eso es lo que se contrapone, y por eso no se arregla. La Constitución dice una cosa y ellos quieren su autonomía, su propio México que consideran que es donde nacieron y que culturalmente se merecen.
Un sistema económico como el que venís criticando, ¿puede afectar al arte, a la canción?
Puede llegar a matar al artista. Creo que es adonde llegará, porque el artista necesita tiempo para poder hacer obras artísticas, si no se vuelven más bien artesanales. Van a estar vendiendo y cumpliendo la función de estar al alcance de todas las radios, para funcionar en un sistema económico. Las compañías, por ejemplo, a mí me pedían que hiciera un disco al año, pero a veces no tengo canciones buenas en un año, necesito año y medio, o necesito dos año para tener un buen disco

viernes, 10 de diciembre de 2010

Jorge Millones Sánchez en Imágenes

Algunas fotos de Jorge Millones Sñanchez, con Camilo Félix, en la casa de Eleonor Weiss y Vladimiro Valer. Junto a su hijo Jorge Millones.

GRACIAS POR LOS RECUERDOS !!!!




viernes, 3 de diciembre de 2010

Jorge Millones habla de Jorge Millones


El 12/11/2010 publiqué en este Blog un post acerca del papá de un gran amigo: Jorge Millones. Días después recibí un correo – a modo de extensión y agradecimiento - que publico literalmente a continuación, con el cariño que estas letras merecen.

HERMANO YURI
Mi familia, y especialmente yo, te agradecemos esta nota tan sentida sobre la memoria de mi padre, o “…api” como bromeaba él sobre sí mismo. Es imposible recordarlo y no sonreír, pensar que solamente está de viaje en una gira con su guitarra sacándole canas verdes a los ángeles o haciendo trasnochar al mismísimo San Pedro que a esta hora y con resaca, debe haber olvidado donde están las llaves del cielo. Jorge se las debe haber escondido.
Jorge Millones pensaba un poco como tú, eso de que “horas dormidas son horas perdidas”, y bueno, cuando salía el sol a pesar de la trasnochada, ya no podía dormir. Siempre aguantaba más que yo, terminaba llevándome a dormir, y eso que yo era más joven. Pero no está demás el dicho de “más sabe el diablo por viejo…”
Mi padre podía estar días enteros cantando (y tomando, “para no marearse”) porque fue forjado en la tradición de la jarana criolla. Hablaba con una naturalidad de maestros de la guitarra criolla que estuvieron con él en múltiples jornadas o “trancas asesinas que se curaban con un criollazo caldo de gallina” en los Barrios Altos y en La Victoria. Yo alcance a ver y sentir un poco de ese aroma, de ese tiempo. Eran códigos de caballeros, caballeros cantores y era muy difícil entrar, ganarse el respeto de los viejitos era muy complicado, porque no bastaba con tocar bien, sino que además tenías que tener esa chispa y esa agilidad mental para responder las bromas y las chapas que te podían caer como un huayco. Si no pasabas esa prueba, simplemente no existías. Pero mi padre tenía una vocación enfermiza por el pasado, por registrar en su memoria no sólo las canciones, sino las historias, la gente, las comidas, la vida que fue la matriz de las canciones. ¡Qué tal memoria! Los viejitos pensaban que él había estado en esas épocas, pero no, mi viejo solamente averiguaba mucho; cuando los viejitos se daban cuenta que era “más muchacho” ya era tarde, porque ya lo querían irremediablemente.

Lecciones
Una vez algunas personas me invitaron a una reunión musical, era un pequeño homenaje que me querían hacer por mis canciones. Yo accedí gustoso, papá me acompañó (“¿Puedo ir? No tengo nada qué hacer”) Y llegamos los dos a esa reunión. Cante algunas canciones y cuando descansamos un rato en medio de los elogios y salud, salud, Jorge tomó la guitarra. Empezó con piques y punteos criollos. Se hizo un silencio. Alguien dijo “¡Chucha, la cagada!” y mi viejo dijo “por ahí no es”, todos se rajaron de risa. Empezó a cantar aquella hermosa canción de Pinglo “El espejo de mi vida”, y del segundo piso bajaron unas señoras muy viejitas, en voz bajita me murmuró: “Mira, bajaron las momias, seguro dejaron abierto el museo”. Yo enterré la cara en el pecho para que la carcajada no nos delatara. “Qué gusto señor, un momentito, por favor, vamos a traer al abuelo” y bajaron las señoras con un caballero metido en un terno muy antiguo, con sombrero y bastón. ¡Qué pinta la de tío! Desde ese día se me pegó el gusto por los sombreros. Lo que vino después ya te lo imaginas, canciones y anécdotas muy lindas y de comienzos del siglo XX, pero mi papá, nunca estuvo allí. Al menos hasta donde yo sé.
Cuando decían “¡salud maestro Millones!” era evidente que no se referían a mí, pase a segundo plano, después de algunas horas notaron que yo también estaba allí, ya no quería cantar por obvias razones, pero además fue una lección, el público que escuchaba la mal llamada “música trova” estaba cautivado por Jorge, +entendí que el meollo de este asunto no es el género, ni siquiera la destreza, sino encontrar el espíritu de la canción y hacerse un todo con él. Me sentí orgulloso y lamenté haberme dedicado a otras cosas antes que no fueran aprovechar el bagaje de Millones. En el último tramo, mi padre y yo, y tú eres testigo, nos hicimos amigos, “patazas”, como lo somos tú y yo, al punto de que también fue tu amigo, y tuvimos la suerte Camilo, tú y yo, de ser “colegas” de la canción, de vibrar con la música y de compartir el escenario y la vida.

¿Por qué “todos los días”?
Alguna noche en la sala de mi casa, estaban el vecino Lucio, un borrachín del barrio con mi papá. Este vecino -que no solía decir salud, sino ya sabes qué- entre tragos y canciones este le contó a mi padre algunas historias. Mi papá cantaba con la guitarra y Don Lucio de vez en cuando decía “todos los días” en lugar del típico “salud”. Aunque hablaban fuerte no les presté atención porque estaba en el comedor con 11 años y metido en mis dibujos sobre la Segunda Guerra Mundial, sufriendo tratando de copiar detalladamente un Junkers Ju 87 de la Luftwaffe con todos sus pernos y metralletas. Pero ahí resonaban las risas, chistes, anécdotas, algunas lágrimas, abrazos, canciones, apretones de manos en fin, tú ya sabes de esas cosas. Desde esa vez, Jorge Millones dijo siempre “todos los días”. ¿Qué cosa le dijo Lucio? Mi padre se fue con ese secreto, que por cierto nunca se lo pregunté porque pensé que iba haber tiempo para eso, no hubo. Prefiero imaginar (o quizás lo recuerdo vagamente) que ahogaba en tragos y música una gran pena de amor, que todos los días hay que honrar la vida, que todos los días hay que ser felices, que todos los días hay que amar y procurar que nos amen, que todos los días hay que cantar, tomar y comer, hasta que el cuerpo aguante. Para mí, “todos los días” es eso, pero le agrego una de mi cosecha desde que papá se fue, todos los días: te recuerdo.