viernes, 26 de agosto de 2011

Versos de Neruda


Alguna extraña melancolía matinal y de viernes y de fin de mes, me ha llevado a recordar algunos versos de Pablo Neruda... y como la felicidad y la tristeza cobran su verdadera dimensión, únicamente cuando son compartidas... a compartir se dijo.



Es importante hacer incapié en "La Casa de las Flores", que dibuja un fragmento de la Guerra Civil Española. Propicia lectura, ahora que en el Perú contamos con un Cardenal de las filas del Opus Dei y que quiere (además de otras perlas) apropiarse de una universidad emblemática...



Farewell

Desde el fondo de ti, y arrodillado,
un niño triste como yo, nos mira.
Por esa vida que arderá en sus venas
tendrían que amarrarse nuestras vidas.
Por esas manos, hijas de tus manos,
tendrían que matar las manos mías.
Por sus ojos abiertos en la tierra
veré en los tuyos lágrimas un día.
Yo no lo quiero, Amada.
Para que nada nos amarre
que no nos una nada.
Ni la palabra que aromó tu boca,
ni lo que no dijeron tus palabras.
Ni la fiesta de amor que no tuvimos,
ni tus sollozos junto a la ventana.
Amo el amor de los marineros
que besan y se van.
Dejan una promesa.
No vuelven nunca más.
En cada puerto una mujer espera:
los marineros besan y se van.
(Una noche se acuestan con la muerte
en el lecho del mar.)
Amo el amor que se reparte
en besos, lecho y pan.
Amor que puede ser eterno
y puede ser fugaz.
Amor que quiere libertarse
para volver a amar.
Amor divinizado que se acerca
Amor divinizado que se va.
Ya no se encantarán mis ojos en tus ojos,
ya no se endulzará junto a ti mi dolor.
Pero hacia donde vaya llevaré tu mirada
y hacia donde camines llevarás mi dolor.
Fui tuyo, fuiste mía. ¿Qué más? Juntos hicimos
un recodo en la ruta donde el amor pasó.
Fui tuyo, fuiste mía. Tú serás del que te ame,
del que corte en tu huerto lo que he sembrado yo.
Yo me voy. Estoy triste: pero siempre estoy triste.
Vengo desde tus brazos. No sé hacia dónde voy.
...Desde tu corazón me dice adiós un niño.
Y yo le digo adiós.


La Casa de las Flores

Preguntaréis: Y dónde están las lilas?
Y la metafísica cubierta de amapolas?
Y la lluvia que a menudo golpeaba sus palabras
llenándolas de agujeros y pájaros?
Os voy a contar todo lo que me pasa.

Yo vivía en un barrio de Madrid,
con campanas, con relojes, con árboles.
Desde allí se veía el rostro seco
de Castilla
como un océano de cuero.

Mi casa era llamada la casa de las flores,
porque por todas partes estallaban geranios:
era una bella casa con perros y chiquillos.
Raúl, te acuerdas? Te acuerdas, Rafael?
Federico, te acuerdas debajo de la tierra,
te acuerdas de mi casa con balcones
en donde la luz de junio ahogaba flores en tu boca?

Hermano, hermano! Todo eran grandes voces,
sal de mercaderías, aglomeraciones de pan palpitante,
mercados de mi barrio de Argüelles
con su estatua como un tintero pálido entre las merluzas:
el aceite llegaba a las cucharas,
un profundo latido de pies y manos llenaba las calles,
metros, litros, esencia aguda de la vida,
pescados hacinados, contextura de techos con sol frío
en el cual la flecha se fatiga,
delirante marfil fino de las patatas, tomates repetidos hasta el mar.

Y una mañana todo estaba ardiendo
y una mañana las hogueras salían de la tierra devorando seres,
y desde entonces fuego, pólvora desde entonces, y desde entonces sangre.
Bandidos con aviones y con moros, bandidos con sortijas y duquesas,
bandidos con frailes negros bendiciendo venían por el cielo a matar niños,
y por las calles la sangre de los niños corría simplemente, como sangre de niños.

Chacales que el chacal rechazaría, piedras que el cardo seco mordería escupiendo,
víboras que las víboras odiaran!

Frente a vosotros he visto la sangre de España levantarse
para ahogaros en una sola ola de orgullo y de cuchillos!
Generales traidores: mirad mi casa muerta, mirad España rota:
pero de cada casa muerta sale metal ardiendo en vez de flores,
pero de cada hueco de España sale España, pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos,
pero de cada crimen nacen balas que os hallarán un día el sitio del corazón.

Preguntaréis por qué su poesía no nos habla del sueño,
de las hojas, de los grandes volcanes de su país natal?
¡Venid a ver la sangre por las calles, venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver la sangre por las calles!


¿Dónde estará la Guillermina?


Cuando mi hermana la invitó
y yo salí a abrirle la puerta,
entró el sol, entraron estrellas,
entraron dos trenzas de trigo
y dos ojos interminables.


Yo tenía catorce años
y era orgullosamente oscuro,
delgado, ceñido y fruncido,
funeral y ceremonioso:
yo vivía con las arañas
humedecido por el bosque
me conocían los coleópteros
y las abejas tricolores,
yo dormía con las perdices.


Entonces entró la Guillermina
con dos relámpagos azules
que me atravesaron el pelo
y me clavaron como espadas
contra los muros del invierno.
Esto sucedió en Temuco.
Allá en el Sur, en la frontera.


Han pasado lentos los años
pisando como paquidermos,
ladrando como zorros locos,
han pasado impuros los años
crecientes, raídos, mortuorios,
y yo anduve de nube en nube,
de tierra en tierra, de ojo en ojo,
mientras la lluvia en la frontera
caía, con el mismo traje.


Mi corazón ha caminado
con intransferibles zapatos,
y he digerido las espinas:
no tuve tregua donde estuve:
donde yo pegué me pegaron,
donde me mataron caí
y resucité con frescura
y luego y luego y luego y luego,
es tan largo contar las cosas.


No tengo nada que añadir.
Vine a vivir a este mundo.


Dónde estará la Guillermina?

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