jueves, 29 de octubre de 2009

El aborto del Tribunal (un post de César Hidebrandt)

Para completar la idea del post anterior, aquí transcribo un post de César Hildebrandt publicado en su blog (bloghildebrandt.blogspot.com)el 24 de octubre, de obligatoria lectura, ya que el Tribunal Constitucional se ha pronunciado respecto de la posibilidad del reparto gratuito de la llamada “píldora del día siguiente”, a cargo del Ministerio de Salud.
Con no poca sorpresa, en los últimos días, he escuchado una serie de argumentos en contra de la despenalización de aborto y también acerca de que la píldora de marras es abortiva, señalando con temerario desparpajo que “si estas en contra de la pena de muerte no puedes estar a favor de la despenalización de aborto y del reparto de la píldora”.
Bueno, sin más preámbulo, el post ofrecido:

Está probado que la píldora del día siguiente impide la concepción porque engrosa el moco cervical y altera la ovulación. De modo que el espermatozoide busca sin suerte y no se empareja con nadie. No hay “boda microscópica”.
Eso lo dice la Organización Mundial de la Salud, lo confirman las pruebas de laboratorio y lo aseguran todos los médicos serios a los que se puede consultar.
Sin embargo, el Tribunal Constitucional, al que tenemos hasta en la sopa, ha decidido meterse ahora en el endometrio y en el moco para decirnos que “no está probado” que la píldora en cuestión “no sea abortiva”.
Bueno, tampoco está probado que los magistrados del TC no sean idiotas.
Porque hay que tener algo de idiota para desacreditar a la institución a la que se pertenece.
Y no me refiero sólo a la “sentencia” de ayer –sentencia que contradice una del 2006, año en el que el mismo tribunal declaró que sí era legítimo que el ministerio de Salud repartiera gratuitamente la píldora del día siguiente.
Me refiero a los aberrantes fallos con los que el TC, politizado por el mecanismo del nombramiento de sus miembros, ha excedido largamente su jurisdicción, o ha lesionado derechos individuales, o ha interpretado, bajo presión, de un modo arbitrario, la propia Constitución.
Todos recordamos las sentencias del TC respecto del carácter inamovible de los beneficios de la ley pensionaria 20530 debido a que la casi totalidad de sus miembros disfrutaba de sus beneficios.
Todos hemos visto lo que pasó en el caso de Antauro Humala, donde el TC, bajo presión directa del aparato de coerción del Estado, hubo de modificar una propia sentencia gracias al cambio repentino de parecer de uno de sus integrantes.
Juristas como Aníbal Quiroga, de cuya conducta política se puede discrepar pero cuyos conocimientos académicos resultan indiscutibles, han recordado en un ensayo casos vergonzosos como aquel en el que el TC emitió, desde su página web, dos sentencias contradictorias con la firma del mismo ponente (fue el 18 de febrero del año 2005).
Y ya no hablemos de aquel famoso caso en el que un TC conducido por sonámbulos se atrevió a pronunciarse sobre una ley ya derogada (la ley 28577, que versaba sobre el cómputo de carcelería en los casos de arresto domiciliario).
El TC nació para proteger la Constitución.
La Constitución vigente no dice que seamos un estado confesional católico. Dice que “dentro de un régimen de independencia y autonomía, el Estado reconoce a la Iglesia Católica como elemento importante en la formación histórica, cultural y moral del Perú, y le presta su colaboración”.
Pues ese artículo –el 50- ha sido zarandeado por el TC, asustado por la sotanería intransigente, la hipocresía arzobispal y la canalla teocrática que considera a la mujer un vientre que pare y un animal de redil.
El TC, además, ha mentido al repetir el argumento de Luis Solari, que fue hasta sus oficinas a presionar, y de Rafael Rey, que hizo lo mismo y tuvo una encerrona con los magistrados que iban a fallar.
Y el único argumento de esos santos varones es la farsa de decir que la píldora del día siguiente es abortiva. Y que por eso lesiona aquella parte de la Constitución que establece: “El concebido es sujeto de derecho en todo cuanto le favorece”.
Pero sin concepción no hay concebido y, por lo tanto, no hay histeria farisea que gritonear.
Hay que ser un cruzado del Opus Dei, como Solari, o un fanático tensado por sus inhibiciones como Rey, para ver asesinato donde hay evitamiento e indignidad donde, precisamente, se ejerce el derecho de la mujer a pausar o no su fertilidad.
Hay cada día más razones para que revisemos los fundamentos de un Tribunal Constitucional que puede llegar a este nivel de ignara intromisión. Que puede, en suma, violar la Constitución “para defenderla”. Y que puede castigar a las mujeres pobres prohibiéndoles el uso de un recurso extremo que las pagantes podrán comprar en cualquier farmacia.
Y que puede sumarse a la puesta en escena de la Inquisición resurrecta.
La jerarquía católica es heredera de cientos de años de quemante intolerancia. Durante siglos la Iglesia que acoge a Solari y a Rey extirpó de la tierra, o torturó salvajemente, a concebidos de todos los matices y rangos sociales.
Esa oscuridad fungosa parece volver cada cierto tiempo a Lima. Viene con capirotes y rosarios y excomuniones solapadas.
Y viene a decirnos qué es pecado y qué no lo es, cuáles son las prerrogativas de la mujer respecto de su matriz, cuántos y qué debemos ser y por qué es diabólico usar condón, tomar pildoras, no parir a un ser anancefálico, usar espermicidas, o diafragmas, o dispositivos intrauterinos, o pastillas poscoitales.
No se trata de moral ni de cánones. Ni de teología ni de santidad. Ni de Evangelios ni de historia.
Se trata de poder, de autoridad, de control. Si controlas la reproducción, controlas lo más íntimo, el centro de la voluntad, la raíz de la autoestima. Controlas el rebaño.
Y el TC se ha prestado a todo esto. Qué vergüenza.

Yo no he abortado (un artículo de Rocío Silva Santisteban)

Transcribo a continuación un artículo de Rocío Silva Santisteban, publicado en el suplemento dominical de “La República” y trata sobre aspectos relacionados con ese viejo debate acerca del aborto, aunque debería decirse con claridad que se trata de la despenalización del aborto.

Debo sostener que personalmente estoy completamente de acuerdo con la autora del artículo, más aún cuando el debate actual - a raíz del proyecto de ley que pretende despenalizar el aborto - se esta basando , lamentablemente, en dogmas que no permiten entender el tema en toda su dimensión, sobre todo cuando el estado peruano, como tal, es laico y debe legislar para todos, sin distinciones basadas el prédicas religiosas y tomando en cuenta el respeto por la decisión de cada ciudadano.

Dicho esto, aquí va el artículo:

Yo no he abortado y sin embargo soy una firme defensora de la despenalización del aborto. Por una razón básica: no se puede defender el derecho a la vida en abstracto cuando, por considerarlo un delito, miles de mujeres mueren anualmente por prácticas clandestinas de abortos en las peores condiciones. Yo soy cristiana y, por eso mismo, defiendo la vida misma y no la viabilidad de una célula. No se trata de un derecho al cuerpo, en mi opinión, sino de una defensa de la especie y de las mujeres como sujetos antes que como vientres.
Hace veinte años, y sin haberme casado, salí embarazada en Viena, Austria. Después de quedarnos pasmados mirando el color celeste del reactivo químico, Eduardo y yo nos dimos cuenta de que se confirmaban nuestras sospechas. La dueña de la casa que alquilábamos, Elfriede Svatek, me acompañó al Krankenhaus (no tenía ni una sola amiga que lo hiciera). En el hospital público un joven doctor de la India me preguntó en inglés por la última fecha de mi menstruación. Luego de examinarme me confirmó el embarazo y me preguntó si lo quería tener. “Natürlich” le contesté, un poco indignada por la pregunta, y por la obsecuencia de mi juventud. El doctor me precisó que si quería abortar, necesitaba regresar de inmediato al día siguiente con mis documentos y mi ropa de cama; pero si lo quería tener, entonces, debía regresar en un mes para el segundo chequeo.
Me sorprendió la situación y la poca importancia que le había dado Frau Svatek: una dama setentona típica, abuelita, y sobre quien yo sospechaba cierto disimulado racismo. Ella me explicó que el servicio de salud austriaco era gratuito y que pensara dos veces si quería tener a la criatura. Muchos años después entendí que en Austria ad portas de la caída del muro de Berlín, durante el convulsionado 1989, los hospitales públicos atendían a todo tipo de mujeres, locales o inmigrantes, con papeles o sin papeles, porque la interrupción legal del embarazo era un derecho completamente aceptado. Frau Svatek también me enseñó dónde quedaba la Votivkirche porque ella asistía todos los domingos. Era católica, conservadora, pero reconocía plenamente una política pública que Europa había legalizado muchos años atrás.
¿Por qué no aborté? Yo esperaba a esa hija mucho antes de estar embarazada, con gran curiosidad y mucha irresponsabilidad de mi parte. Veinte años después me doy cuenta de que hubo razones concretas para aceptarla: tenía cierta esperanza económica en el futuro y había terminado mis dos carreras. No pasaba por una angustia mayor, excepto la de encontrarme bastante sola, y lejos de mi país. ¿Qué hubiera sucedido si mi embarazo hubiera sido el resultado de una violación en masa por siete sinchis como el de Giorgina Gamboa?, ¿o el producto de las torturas como el caso de Magdalena Montesa?, ¿o de la violación del propio padre como el de E.M.O., piurana, 16 años?, ¿o si el feto era anencefálico como el tortuoso embarazo de Karen Llantoy? La historia hubiera sido completamente diferente y, en todo caso, la opción por la defensa de la vida palpitante de la madre supera cualquier necesidad de convertirla en depósito de vida.
Es absurdo creer que alguien puede estar “a favor” del aborto. Pero, despenalizarlo es una necesidad urgente para evitar la criminalización de una decisión difícil, terrible, pero que conlleva una responsabilidad de un ser humano libre: nosotras las mujeres. Lo incongruente es que sean hombres célibes quienes, en este acalorado debate, se adueñen de la verdad sobre la maternidad y sus límites.

viernes, 23 de octubre de 2009

Hace diez años, Taucamarca

Con ayer 22 de octubre, son diez años de la tragedia ocurrida en la Comunidad Campesina de Taucamarca, ubicada en el distrito de Caicay, provincia de Paucartambo, Cusco, donde una mañana escolar - del Centro Educativo N° 50794 - que no tenía nada de inusual fue trocada en desesperación, impotencia y muerte.
24 niños de la comunidad fallecieron producto de un envenenamiento masivo, fueron vanos los intentos de los padres de familia por tratar de hacerlos llegar al establecimiento médico más cercano (Posta de Huancarani o los Hospitales de Cusco). En ese entonces la comunidad no contaba con una carretera que permita un acceso (y una salida) rápida, separaban a esas lágrimas de un médico – en el mejor de los casos – 4 horas. Entonces el aislamiento fue cómplice de lo absurdo.
En la mañana de ese 22 de octubre, el desayuno escolar se mezcló con el pesticida Parathion, conocido comercialmente como Folidol (comercializado por la empresa Bayern) y cuya circulación es restringida, sin embargo no se tomaron las medidas preventivas del caso para evitar la potencial posibilidad de contaminación y/o envenenamiento.
Hasta hoy, no se ha resuelto el caso que evidentemente fue judicializado, las jugarretas de orden legal como la del Ministerio de Agricultura, que lejos de coadyuvar al esclarecimiento de los hechos y el pago solidario de una indemnización por los daños y perjuicios a los deudos y la comunidad, exigió que se incluya como responsable al único profesor del Centro Educativo. No ha quedado claro si una de las bolsas del cereal denominado “Foncodito” estaba contaminada con el pesticida o si los envases en que se preparó el desayuno tenían restos del mismo, en cualquier caso los envases no tenían ninguna advertencia del “producto restringido” como es obligatorio en este tipo de casos.
Finalmente el tema aún se encuentra por resolverse, otros 22 niños (sobrevivientes) aún presentan secuelas del daño que les produjo el producto químico. Ni para la memoria de los pequeños que fallecieron ni para los que esquivaron a la muerte, las palabras justicia, derecho o incluso vida, tienen un sentido asociado a la realidad.
En el Perú hemos tenido muchas tragedias, pero la peor de ellas es la indiferencia que hace que pierdan siempre los mismos.
PD. Un mensaje a mis compañeros de las diferentes comparsas de danzantes de la fiesta de nuestra Virgen del Carmen de Paucartambo: Es importante discutir cómo se deben desarrollar nuestras festividades, pero es urgente gestionar individual o grupalmente que nuestra gente deje de ser invisible. Así tendrá más sentido festejar.

martes, 20 de octubre de 2009

La nobleza del periodismo

Dicen (los periodistas) que el periodismo es una noble profesión y debe ser cierto, aunque sea únicamente por algunos de ellos que son la excepción a la regla general y que se conducen dentro del marco de la decencia en un mundo en el cual es muy difícil mantenerse incólume ante los embates de la deshonestidad.
Pasa en Lima, esa suerte de metrópoli que se irroga la representación de todo un país y cuyos “hombres de prensa” discuten sus problemas como si se tratasen de cosas de alcance nacional. Si bien es cierto que muchas de ellas afectan a todo el país, para el común poblador de Rioja (San Martín), Tarata (la que queda en Tacna, no en Miraflores), o Pilcopata (Cusco), los tiene sin cuidado el problema limítrofe entre San Isidro y Magdalena, por poner un ejemplo.
Lo que quiero dejar en claro es: los: medios de comunicación de la provincia capital (porque eso es ¿no?), observan el país, al cual se dirigen cada día, como si los problemas de Lima son los problemas del país, pero los problemas del país no son los problemas de Lima; de allí esa mirada por encima del hombro a la que somos sometidos los habitantes del “resto” del país, sin contar el permanente racismo con el que muchas veces analizan (¿?) los sucesos “de provincias”, sino escuchen al gourmet Raúl Vargas.
A lo señalado hay que sumar la práctica de los reporteros inquisidores, independientemente de la falta o delito del que se le acuse a una persona, éstos comienzan una cháchara inquisidora cubierta de moralina y sin temor alguno acusan, juzgan y sentencian a los protagonistas en menos de un minuto (el Código Procesal Penal se muere de envidia por esa muestra de celeridad). Un ejemplo es el de la joven profesional (se desempeñaba como abogada en la Procuraduría del Poder Judicial), que ocasionó un accidente de tránsito en Lima y que – bajo los efectos del alcohol – fue conducida a la dependencia policial correspondiente y protagonizó unas infelices escenas, agrediendo policías y a cuanta persona se le ponía al frente. Desconozco las razones que rodean el caso, pero resultaba obvio que ése era un cuadro de “delirium tremens”, más conocido por “diablos azules”, y que generalmente le ocurre a personas no acostumbradas a la ingesta de bebidas alcohólicas. Pero en fin, el asunto es que luego de pasar las imágenes en señal abierta a todo el país, los “periodistas” dirigieron sus baterías al Poder Judicial a fin que “inmediatamente” sancione con la destitución a tan peligroso personaje, y “cómo es posible” y “qué escándalo”, etc. Al día siguiente, la abogada, según dice el obediente comunicado del PJ, fue separada del cargo que ocupaba. Es decir, con una imagen por los suelos a nivel nacional, con la resaca, sin trabajo y lo que es peor, con pocas posibilidades de reinsertarse en el mercado laboral, por lo menos por un tiempo, hasta que el tema pase a los anaqueles del olvido (lo que es relativo). Hay quien dijo que la dama había sufrido una ruptura amorosa que la llevó a una profunda depresión lo que desembocó en la necesidad de desahogarse entre copa y copa. Tras cuernos, palos. El periodismo había cumplido su misión de limpiar las calles.
No vamos a comentar, si lo hacemos será en otro post, acerca de temas que los adalides de la moral y la transparencia no tocan, o por lo menos no se abunda en ellos. Además hay tanto que decir de éstos personajes que hablan de todo y todos con una autoridad que no se sabe de dónde han sacado y no pasan de ser una suerte de sabios periféricos que conocen todas las ramas del saber humano, pero en el fondo desconocen de la mayoría de aspectos.
Pero cómo vamos por casa?, por lo menos aquí en Cusco, tenemos (siempre dejo a salvo las excepciones) un periodismo inquisidor (en eso se parece al resto de país), aunque también mendicante, con individuos que - si tienen un programa radial o televisivo – son al mismo tiempo, directores, productores, conductores, editores, reporteros, camarógrafos, fotógrafos, etc. y no precisamente por tener una gran capacidad de desarrollar todas esas actividades al mismo tiempo, sino porque el presupuesto no da para más, de allí que por magros estipendios o estímulos provenientes de algunas autoridades o empresarios que, en estos tiempos, se sienten calificados para ser elegidos alcaldes o presidente regionales, pueden variar la “línea” de sus programas. Pero siempre con la frente en alto.

lunes, 12 de octubre de 2009

Zambo Cavero (por César Hildebrandt)

Aquí transcribo un post de César Hildebrandt publicado en http://bloghildebrandt.blogspot.com/2009/10/zambo-cavero.html, acerca del "suceso nacional" en que se convirtieron las exequias de Arturo "El Zambo" Cavero, de quien no dudo debe tener muchos méritos para ser despedido con el dolor que corresponde, pero de allí a pasearlo en un cajón por aquí y allá, con guitarras y más cajones (de los que suenan y también emborrachan) fue francamente, excesivo.

Y no quiero decir con esto nada en contra de su arraigo popular o de sus amigos (aunque siempre es conveniente para el espectáculo que un espectacular presidente sea amigo del difunto), lo que dice el Sr. Hildebrandt es muy cierto, en el país hay muchas personas que merecen por lo menos un beso a su lápida o una cuartilla en su memoria, pero nada. La famosa prensa de "espectáculos" debe estar satisfecha al haber sido provista de tanto material para distraer a nuestros con nacionales hasta que tengan que ocuparse de otro tema, igual de profundo.

Aquí va el artículo:

No tengo duda de que el Zambo Cavero era un ídolo popular.
La pregunta que tengo que hacer, desde el más modesto de los estupores, es si somos justos en este asunto de los funerales y los repartos póstumos.
Por ejemplo, un día, hace muchos años, se nos murió Juan Gonzalo Rose y, claro, la noticia salió en páginas interiores (y la TV ni siquiera la dio). Y como los apristas lo habían despedido del Instituto Nacional de Cultura, ningún discípulo de Haya se presentó al velorio.
Y esto que Juan Gonzalo fue uno de los grandes de la poesía. Grande de verdad.
Otro día, muchos años después, se murió, con los pulmones hechos puré, Félix Álvarez y la noticia ni siquiera salió en los periódicos. Álvarez era un escritor sólido, un erudito oceánico y una de las mentes más agudas del Perú (porque, aunque nació en España, adoptó nuestro país como el suyo).
Alejandro Romualdo –otro poeta mayor y tempestuoso- se convirtió en una breve noticia policial cuando se murió a solas, como había querido, en su casita de San Isidro el año 2008.
Y no me acuerdo de que le hayan dado tantos júbilos de velatorio a José Adolph, el prolífico escritor de ciencia ficción, ni a Gustavo Pons Muzzo, maestro con mayúsculas, ni a Javier Mariátegui Chiappe, hijo del amauta José Carlos y desaparecido en el mismo año 2008.
¿Y cuántas transmisiones en vivo y de cuerpo presente hubo por la muerte de Constantino Carvallo, el gran educador? ¿Y por la de Pedro Planas, muerte precoz y más injusta que ninguna otra? ¿Y por la de Hugo Garavito? ¿Y por la de Sofocleto?
Paco Bendezú, poeta que tenía la gracia de la inocencia perdularia, murió de un cáncer desatendido en Neoplásicas, en la miseria y socorrido apenas por unos pocos amigos fieles. ¿Cuántos centímetros cuadrados le dedicó la prensa escrita peruana? ¿Y cuántos minutos la televisión embrutecida que pretende encuadernarnos?
¿Cuántas lágrimas se derramaron por Washington Delgado, poeta excepcional y empobrecido profesor de San Marcos?
Ninguna. Quizá porque no cantaba “Contigo Perú” sino que anunciaba: “Yo construyo mi país con palabras”. O porque no era amigo de Alan García. O porque vivió y murió en un país que cada vez más se parece a Fahrenheit 451, la ficción de Bradbury en la que los libros se persiguen y se queman.
Ayer, en pleno aquelarre funeral, escuché a Raúl Vargas –esa decepción generalizada, ese gourmet de sí mismo -alabar el seco de gato que Zambo Cavero comía y alentaba como potaje nacional y contribución a las misturas de Gastón.
Apagué la radio. Se puede ser un poco tonto (todos lo somos), pero hay un límite.
Hasta para las lágrimas teatrales hay un límite.
Adiós Zambo Cavero. Como que no te merecías las lloronas de encargo que se morían por salir en la tele y en la radio.

martes, 6 de octubre de 2009

Mercedes Sosa, por Silvio Rodríguez

A continuación, un texto escrito por Silvio Rodríguez acerca de la muy lamentable desaparición de Mercedes Sosa. Me lo remitió Jorge Millones, quien siempre comparte conmigo, tal vez de manera inmerecida, las canciones, la poesía y el decidido interés por la justicia.

Quizá la había visto antes en Cuba, pero siempre me ha parecido que conocí a Mercedes Sosa en el estadio de béisbol de Santiago de los Caballeros, en la República Dominicana, una noche de diciembre de 1974. Ella se incorporaba a "7 días con el pueblo", un festival de canción comprometida que se venía celebrando desde hacía dos o tres jornadas. Aquella noche las luces del estadio parecían romper la oscuridad y el pueblo reclamaba a sus cantores.

En el pequeño espacio en que nos apretábamos los que esperábamos turno, me las arreglé para ubicarme al lado de ella, presentarme y decirle lo que la admiraba. Por último, azorado de mi propia locuacidad, tuve la mala pata de brindarle un trago, que rechazó arrugando la nariz. Mal comienzo, me dije.

La recuerdo otra noche, también recién llegada, en este caso a Cuba, para más señas en Casa de las Américas, ella junto a nuestra amiga común, Haydee Santamaría. Fuimos un grupito de cantores a recibirla, a gozar del privilegio de tenerla cerca por un rato. Por entonces la acompañaba un asombroso guitarrista que llamaba Pepeto, el que lamentablemente no mucho
después falleció. Entre Mercedes y Pepeto, más que conjunción, había un estado de gracia.

La recuerdo también en Managua, en un Festival por la paz. Estaban Alí Primera, Chico Buarque, Isabel Parra, Daniel Viglietti, los hermanos Mejía Godoy y muchos más. Pocas veces como aquel día tuve un flujo de comunicación tan intenso con Mercedes. Fue algo extra verbal, una empatía poderosa que ocurrió entre ella y yo. Alguien que pasaba nos hizo un par de fotos que recogen un poco el momento. Siempre que las veo me estremezco.

A principios de los años 80 me designaron para presentarla en Varadero, en uno de los dos festivales de la canción que dirigió la Nueva Trova. Y a mí, que tanto me corto en esos lances y que salgo sin guión, se me ocurrió decir que se trataba de alguien cuyo nombre era oro en la historia de la canción latinoamericana... Me acuerdo que mientras la ovacionaban yo me bajé de allí con la sensación de haber dicho una estupidez, por comparar a Mercedes con el también llamado vil metal.

Hoy, con el dolor de la pérdida presente, lejos de aquel agitado Varadero, me doy cuenta de que dije lo correcto. Mercedes -como Yupanqui y Violeta- es oro sustancial de las raíces de Los Andes, tesoro de nuestro patrimonio sin
tiempo.

Bienaventurada es Mercedes Sosa.

viernes, 2 de octubre de 2009

Tu voz es un himno para nuestros corazones

Aunque la conocí hace muchos años y fue una conversación de algunos minutos, ese día caí en cuenta de que hablaba con una persona especial, muy especial.
Mercedes Sosa es una de esas personas alrededor de la cual, muchas veces sin proponérselo, la gente se reúne, re aprende el respeto y hasta se quiere un poco más. Personajes tan diversos como Shakira, Miguel Bosé o Sting se acercaron a ella como quien se acerca a una figura totémica de la canción popular latinoamericana. De otro lado están los siempre recordados Charly García, Víctor Heredia o León Gieco (quienes se refieren a ella como “madre”), también están otros argentinos como Piero, Ignacio Copani, Soledad Pastoruti o Gustavo Cerati. Resultaría inútil enumerar a las personas que han demostrado en canciones el cariño devocional que le tienen.
Mercedes Sosa está, hoy 2/10/2009 con respiración asistida en una clínica de la capital argentina, los pronósticos son reservados y la situación crítica. Charly García ha comentado la posibilidad de suspender su gira latinoamericana para viajar a Buenos Aires, Joan Manuel Serrat estará sumándose esta noche a los amigos que se están dando cita en esa ciudad. Allí ya están muchos otros cantautores, poetas, pintores y demás trabajadores de los sueños.
Este 2009, digo yo, no puede ser tan malo. Haberse llevado primero al queridísimo Mario Benedetti y ahora pretender arrebatarnos a Mercedes Sosa.
Desde aquí, los votos por su recuperación, porque esa voz no se apague y nos sigua señalando la dirección por donde queda la ternura, la solidaridad y la justicia.
Vuelve como la cigarra, por favor.