miércoles, 12 de febrero de 2014

No conocí a Santiago...

No conocí a Santiago Feliú, en términos formales, jamás estreche su mano siquiera, pero ¿hacía falta?, yo creo que si lo conocí, en esa extraña forma que tenemos los que decidimos empuñar las guitarras, en cada amigo común que compartimos, en cada canción que escuchaba y que – estoy seguro – también escuchaba él.
Hoy, miércoles 12 de febrero, día en que también nos dejó, hace 30 años atrás, Julio Cortázar, día en que Joaquín Sabina (para suerte nuestra) sigue celebrando cumpleaños, hoy… precisamente hoy, fue el día que Santiago – o su inmenso corazón – decidió estallar hacia el infinito.
Y así nos vamos quedando cada vez más solos. Hace menos de un año, estábamos en La Habana con mi hermano Jorge Millones y supimos que ése fin de semana se presentaba (Santiago) en no sé qué sitio del Vedado. Como si no supiera que las segundas oportunidades no son comunes, invadido de una inexcusable pereza, le dije a Jorge que ya en Perú lo veríamos, es más, que lo llevábamos a La Oveja Negra (en Cusco) y que allí disfrutaríamos de su presencia… pero hay oportunidades que no se repiten y ésta es una de ellas.
Esta mañana recibo la noticia y siento en el alma el dolor de los amigos que lo conocieron y los que – como yo – no tuvieron esa suerte; dolor como el de mi compadre Camilo Félix, quien hace poco le puso el nombre de “Santiago” a su primer hijito, precisamente en homenaje a este cubano que ahora inició el viaje. Viaje que todos, inevitablemente, tendremos que emprender tarde o temprano…
Mi dolor está mezclado con el arrepentimiento de haberlo podido abrazar y no haberlo hecho… me odio por eso.
Si alguna lección nos da la vida (y la muerte) es, justamente, la de no desaprovechar las ocasiones que se nos presentan, siempre vale el esfuerzo si el objetivo es abrazar a los amores, a los amigos, a los colegas (potenciales amigos), y que, de no intensificar la vida, como decía Stefano Varese, corremos el riesgo de que la muerte nos encuentre ya muertos.
Abrazos trovadores Santiago, viendo helado de los andes para que tus alas brillen y deslumbren en tu llegada adonde te esperan los que se adelantaron. La guitarra quedará por siempre, a la izquierda.

Buen viaje Compañero.

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