martes, 1 de septiembre de 2009

Los Danza de los Invisibles (Putis 2009)


En estos días ha sido materia periodística la entrega a sus respectivos parientes, de los restos mortales de comuneros provenientes de diversas zonas y que fueron asesinados en Putis (Santillana, Huanta, Ayacucho) el 13 de diciembre de 1984 en dicha comunidad campesina. La cantidad de comuneros asesinados no baja de la cifra de 123.
La CVR (Comisión de la Verdad y Reconciliación) en su Informe Final da cuenta de dichos sucesos, señalando que los “miembros de diversas comunidades como Cayramayo, Vizcatampampa, Orccohuasi y Putis fueron víctimas de una ejecución arbitraria llevada a cabo por miembros del Ejército acantonados en la comunidad de Putis. Los comuneros fueron reunidos por los militares con engaños, obligados a cavar una fosa y luego acribillados por los agentes del orden” (2.14. Ejecuciones Extrajudiciales en Putis (1984) Informe Final).

Resulta particularmente preocupante la actitud de los diversos gobiernos que desde entonces transcurrieron, ya que hasta la fecha y pese a los reiterados pedidos de diversas organizaciones y del Ministerio Público, cuyas autoridades del sector (Ministro de Defensa incluido) se niegan a proporcionar la identidad de los responsables, cuyos “alias” son oficial “Lalo”, Teniente “Bareta” y Comandante “Oscar”; sería ingenuo pensar que no existen registros de los oficiales a cargo de determinada base en diciembre de 1984.
En la edición del programa Cuarto Poder del domingo 23 de agosto pasado pasaron un reportaje acerca de la entrega de los restos mortales de los comuneros asesinados, únicamente pudieron ser identificados una veintena de ellos, lamentablemente se requiere muestras de ADN de, por lo menos, dos parientes directos, y en muchos casos, no ha sido posible ubicar a éstos, ya sea porque migraron a zonas alejadas del lugar de los hechos o porque la familia en su totalidad fue exterminada en esa masacre.
En el reportaje se mostraban declaraciones de personas que recibían a sus padres, madres, hijos, hijas, hermanos, hermanas, etc., se les hacía entrega de ataúdes blancos y pequeños como si se tratase de ataúdes de niños, aunque inclusive así resultaban bastante grandes para la poca cantidad de restos que allí cabían.
Una de esas declaraciones la brinda una anciana quechua – hablante, que en runasimi decía “(… ) yo solamente quiero que el señor presidente nos vea, que nos mire (…)”, claro está que la traducción que aparecía a modo de sub títulos en la pantalla del televisor no traducía a plenitud la expresión de la señora, ella acababa de recibir los restos de su hija y su nieto.
Lo dicho por la señora da cuenta de un aspecto varias veces comentado pero, al parecer, hasta ahora poco racionalizado y menos internalizado: los campesinos víctimas de la violencia política tienen como su mayor problema su “invisibilidad”. Negados por una infame Lima que durante años se negó a “mirar” más allá de sus cerros (aunque algunos barrios o distritos ni siquiera ven los cerros, prefieren alambrarlos como si así pintasen un nuevo paisaje que no los incomode con su, dicen, mal gusto), y negados también y sobre todo por un sistema que no los acepta, que los excluye permanentemente, históricamente, y para colmo esta un presidente que considera que existen ciudadanos de “segunda clase”.
La negación de la presencia del peruano rural, no solamente es patrimonio de la provincia capital (o no es provincia capital?), el factor exclusión se observa en casi todas las ciudades medianas y grandes del país, pero es sin duda Lima, sede del poder oficial, la que destaca por ser tan eficaz para omitir las visiones del pasado y del presente.

Resulta urgente limpiar los ojos de las cosas que nos impide ver al prójimo y respetarlo, que nos impide oír el llanto de los deudos, que nos hacen olvidar que basta con una víctima para que nuestra solidaridad se active y que no es necesario que mueran cien o más para que alguien se fije en esa tragedia, no se trata de ver el Perú rural como una postal, como un paisaje, como souvenir, ya que si se mantiene esa mirada de exclusión los invisibles seguirán cantando sus muertos y bailando sus penas en un país que ellos no reconocen como suyo, y no es para menos.
Lo terrible de este tema es que la exclusión genera personas que, llegado el caso, no tienen nada que perder, que observan todos los días la fiesta a la que nadie les invita y cada vez que quieren hacer llegar su voz, ésta no es escuchada por la estructura “oficial” porque todos los días se le quita el audio a esa película y se apaga esa pantalla para no verlos, quién mejor para resumir esa actitud que el conductor de TV Raúl Romero que alguna vez dijo, respecto de los asesinatos de la Cantuta y Barrios Altos: “finalmente, a mí qué me importa que se muera gente que ni siquiera conozco!!!”.

1 comentario:

  1. Tremendo el post, Yuri. Hay una frase de un intelectual israelí, Avishai Margalit, que dice que sociedad decente es aquella cuyas instituciones y gentes no permiten que se humille a otros. Lo dice en referencia a la situación de los palestinos dentro de Israel, pero es extensiva a cualquier sociedad. Dada la normalidad con la que en el Perú se invisibiliza y excluye a quien se ve más pobre, menos "urbano" y más indígena, queda bien claro que la decencia está bien lejos de nuestro gobierno y de nuestra sociedad.
    Saludos. Karina

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