Ayer 21 de septiembre, una vez más, se ha ejecutado un ser humano en los EEUU. En el estado de Georgia se ha asesinado al ciudadano Troy Davis.
Sepan ustedes que este Blog está ABSOLUTAMENTE en contra de la Pena de Muerte.
Troy Davis se negó a tomar los tranquilizantes que habitualmente se administra a los condenados para hacer más llevadera (?) la situación. Una vez en la camilla y cuando los químicos empezaban a recorrer su torrente sanguíneo, alcanzó a decir que sentía mucho el dolor de los padres o hermanos de la víctima de cuyo crimen fue acusado, pero insistió “yo no lo maté”.
Previamente, indicó, en un mensaje, que continúen las indagaciones e investigaciones de su caso, para que - aunque sea después de muerto - se determine su inocencia. Es necesario tomar en cuenta que la responsabilidad de Davis en el crimen fue seriamente cuestionada en el mismo proceso judicial, es más, resulta harto probable que no sea el asesino. Ése es el tema, con estos asuntos no hay vuelta de tuerca y el asesino termina siendo es Estado.
Amnistía Internacional ha condenado la decisión de las autoridades de Georgia. Aquí, lo que señala el organismo internacional y más abajo un texto de la recordada María Elena Walsh:
Troy Davis, de 42 años y recluido en el “corredor de la muerte” desde 1991, fue ejecutado mediante inyección letal en la prisión estatal de Georgia en Jackson el miércoles, pese a las serias dudas en torno a su culpabilidad.
Ese mismo día, Irán ahorcó públicamente a un muchacho de 17 años condenado por la muerte de un popular atleta, pese a la prohibición internacional de ejecutar a menores, y China ejecutó a un ciudadano paquistaní condenado por narcotráfico pese a que los delitos de drogas no superan el umbral de los delitos “más graves” establecido por el derecho internacional.
“Es un día triste para los derechos humanos en el mundo. Al ejecutar a estas personas, estos países se apartan de la tendencia global hacia la abolición de la pena de muerte”, ha manifestado Guadalupe Marengo, directora adjunta del Programa para América de Amnistía Internacional.
“Los países que mantienen la pena de muerte defienden a menudo su postura alegando que la manera en que la aplican es conforme con el derecho internacional de los derechos humanos. Sus acciones de ayer contradicen flagrantemente estas afirmaciones.”
Los activistas de Amnistía Internacional han hecho amplia campaña contra la pena de muerte. En los últimos días, se han entregado a las autoridades de Georgia casi un millón de firmas en favor de Troy Davis, instándolas a conmutar su condena de muerte. Asimismo, se han celebrado vigilias y actos en unos 300 lugares de todo el mundo.
Troy Davis fue condenado a muerte en 1991 por el asesinato del agente de policía Mark Allen MacPhail, cometido en Savannah, Georgia. La acusación contra él se basaba principalmente en declaraciones de testigos presenciales.
Desde su juicio en 1991, siete de los nueve testigos clave se han retractado de su testimonio o lo han modificado, y algunos han denunciado coacción policial.
El adolescente iraní Alireza Molla-Soltani fue ahorcado el miércoles por la mañana ante una gran multitud en la ciudad de Karaj.
Había sido condenado a muerte el mes pasado por apuñalar a Ruhollah Dadashi, un popular atleta, durante una disputa de tráfico ocurrida el 17 de julio. El joven, de 17 años, declaró que le había entrado el pánico y había apuñalado a Ruhollah Dadashi en defensa propia cuando éste lo atacó en la oscuridad, según los medios de comunicación locales.
Zahid Husain Shah, detenido en 2008 por narcotráfico, fue ejecutado en China mediante inyección letal el miércoles.
Ese mismo día, Lawrence Brewer fue ejecutado también en Huntsville, Texas. Había sido condenado a muerte por su implicación en el homicidio de James Byrd, Jr., cometido en junio de 1998.
Amnistía Internacional se opone a la pena de muerte en todos los casos, sin excepción.
“La pena de muerte es un síntoma de la cultura de la violencia, no una solución a ella”, ha manifestado Guadalupe Marengo.
“Esperemos que las terribles ejecuciones llevadas a cabo hoy impulsen a la membresía de Amnistía Internacional, y a otros activistas, a seguir luchando contra la pena de muerte.”
Además de en Estados Unidos, China e Irán, la campaña de Amnistía Internacional por la abolición de la pena de muerte se centra también en Bielorrusia.
Amnistía Internacional trabaja conjuntamente con la ONG Centro de Derechos Humanos Viasna, en Bielorrusia, para pedir al presidente Lukashenko que suspenda de inmediato las ejecuciones y conmute todas las condenas a muerte.
Hasta 400 personas pueden haber sido ejecutadas en Bielorrusia desde que el país se independizó en 1991.
Tras un año sin ejecuciones, las autoridades bielorrusas ejecutaron a dos hombres en 2010 y condenaron a muerte a tres personas; además, se cree que dos hombres fueron ejecutados entre el 14 y el 19 de julio de 2011, aunque estas muertes no se han confirmado oficialmente.
Bielorrusia es el último país de Europa y de la antigua Unión Soviética que sigue llevando a cabo ejecuciones.
“Es hora de que Estados Unidos, China, Irán y Bielorrusia reconozcan lo aislados que están del resto del mundo”, ha manifestado Guadalupe Marengo
La Pena de Muerte
por María Elena Walsh
Fui lapidada por adúltera. Mi esposo, que tenía manceba en casa y fuera de ella, arrojó la primera piedra, autorizado por los doctores de la ley y a la vista de mis hijos.
Me arrojaron a los leones por profesar una religión diferente a la del Estado.
Fui condenada a la hoguera, culpable de tener tratos con el demonio encarnado en mi pobre cuzco negro, y por ser portadora de un lunar en la espalda, estigma demoníaco.
Fui descuartizado por rebelarme contra la autoridad colonial.
Fui condenado a la horca por encabezar una rebelión de siervos hambrientos. Mi señor era el brazo de la Justicia.
Fui quemado vivo por sostener teorías heréticas, merced a un contubernio católico-protestante.
Fui enviada a la guillotina porque mis Camaradas revolucionarios consideraron aberrante que propusiera incluir los Derechos de la Mujer entre los Derechos del Hombre.
Me fusilaron en medio de la pampa, a causa de una interna de unitarios.
Me fusilaron encinta, junto con mi amante sacerdote, a causa de una interna de federales.
Me suicidaron por escribir poesía burguesa y decadente.
Fui enviado a la silla eléctrica a los veinte años de mi edad, sin tiempo de arrepentirme o convertirme en un hombre de bien, como suele decirse de los embriones en el claustro materno.
Me arrearon a la cámara de gas por pertenecer a un pueblo distinto al de los verdugos.
Me condenaron de facto por imprimir libelos subversivos, arrojándome semivivo a una fosa común.
A lo largo de la historia, hombres doctos o brutales supieron con certeza qué delito merecía la pena capital. Siempre supieron que yo, no otro, era el culpable. Jamás dudaron de que el castigo era ejemplar. Cada vez que se alude a este escarmiento la Humanidad retrocede en cuatro patas.
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