Hace algunos días – y por parte de un amigo – volví a escuchar un comentario respecto del real compromiso que un cantautor tiene con el mensaje que imparte al público.
Me decía, respecto de un video clip de nuestro amigo Ignacio Copani que fuera grabado en Italia, algo así como que el hecho de viajar a Italia o a cualquier otra parte del mundo fuera de nuestra aldea nacional, deviene en un acto de traición o de falta de consecuencia con lo que se canta al constituir un lujo poco acequible para la mayoría de nuestra gente.
No es la primera vez que escucho algo así, aunque debo decir que hace bastante tiempo que pensé que ese tipo de cuestionamientos se habían superado. Parece que me equivoqué.
Considero que no se puede sustraer al artista – de cualquier índole – de las ventajas del ocio o el disfrute de algunas ocasiones bajo la presión de una potencial traición del mensaje y obligándole a una inexistente austeridad, en tanto el artista, como cualquier otro trabajador, desarrolla una actividad económica que le permite – según sea el caso – del disfrute de sus merecidas compensaciones.
Resulta una falacia pensar que el artista que compromete su arte a una lucha por mejorar las cosas en el país y en el mundo, debe estar obligado a compartir lo que obtiene en desmedro de la calidad de vida de su familia o de los suyos y de sí mismo.
Estoy seguro que no se trata de limitar las oportunidades de la gente sino de tratar que todos tengan la mayor cantidad de oportunidades y las aprovechen al máximo.
A todos nos haría bien conocer Italia.
Hace un tiempo tuve la oportunidad de leer una entrevista que le hicieron a Víctor Heredia (el 2003) donde comenta tangencialmente al respecto, pero en general la entrevista es riquísima y dolorosa, lo que únicamente ratifica que quienes le tenemos un profundo cariño y admiración no estamos equivocados.
Extraído de EL CLARÍN, 24/11/2003
MUSICA: ENTREVISTA CON VICTOR HEREDIA
"No tengo contradicciones, sé quién soy"
El cantante emblématico de la primavera democrática defiende su compromiso social, recuerda a su hermana desaparecida, confiesa su culpa de sobreviviente, y habla de su realidad a los 56.
Miguel Frías
mfrias@clarin.com
La casona palermitana de tres plantas, en la que Víctor Heredia vivió alrededor de 20años, está casi vacía. "El año pasado se nos metieron y nos robaron de todo. Además, siempre había gente en la puerta: nos llamaban, nos tocaban timbre. Mi familia tuvo miedo. Nos dolió, pero nos mudamos a Pilar", explica, lanzando el humo de un Parisienne, rodeado por los pocos objetos que quedaron en las amplias habitaciones: máscaras y tapices latinoamericanos, un reloj de pared detenido a las diez y cinco, cuadros de paisajes bucólicos —pintados por él—, un dibujo de Luis Aute, discos de vinilo —desde Genesis hasta Sergio Denis— y CDs de Les Luthiers y Silvio Rodríguez.
En enero, Heredia cumplirá 57 años. No los aparenta. Usa jeans y remera oscura, con las mangas abultadas por unos bíceps que parecen de deportista. Lleva arito dorado, dos collares juveniles, un par de pulseras y un anillo de sello —que fue de su abuelo— sobre la alianza de su tercer matrimonio. Tiene casi 35 años de carrera y 5 hijos, uno de ellos bebé. "Pablo Milanés me dijo que nos convertimos en pabuelos por la morosidad procreativa de nuestros hijos", dice, con una sonrisa muda, los ojos convertidos en ranuras en su cara cobriza. Sobreviviente de una tragedia durante la dictadura, Heredia parece un hombre feliz y melancólico.
Nunca dejaste de cantar canciones que condenan las desigualdades sociales. ¿No te condiciona? ¿No te sentís obligado a la austeridad?
No, ese es un prurito que ya superé. No puedo obligarme ni obligar a mi familia a inventar limitaciones económicas. Ni dejar de disfrutar de la diversión o del ocio. Pero no podría gozar de todo eso si me negara a colaborar cuando me llama Mónica Carranza para que ayude con un comedor o Hebe (de Bonafini) o Pérez Esquivel o mis compañeros de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos.
A algunos cantautores progresistas o de izquierda los han acusado de tener gustos burgueses. ¿Nunca sufriste ese tipo de acusaciones?
Sí. Una vez bajé de mi auto, de una marca alemana, y me dijeron despectivamente: Miralo, tiene un auto importado. No puedo explicarle a cada persona que el auto es del 81 y que cuesta 3.000 pesos. No me interesa. No tengo contradicciones; sé quién soy. Hay un prejuicio consistente en que uno debería vivir de acuerdo a lo que canta. Es imposible. Un cantante popular debe tener su lugar de intimidad. Yo tuve que dejar esta casa porque mi familia estaba insegura. Nos llamaban diez millones de veces por día.
Tal vez sea por tu imagen de tipo solidario. ¿Cuáles son los pedidos más insólitos que te hicieron?
Es común que me digan: Mi vieja cumple años el 27 y es fanática tuya. ¿Vendrías a la fiesta? Lo entiendo y lo agradezco. Cuando viajo a alguna provincia, hago ese tipo de cosas. Uno también es cholulo de ciertos tipos. Yo siempre soñé con darle la mano a Paul Mc Cartney. Cuando vino acá, sabía que paraba en una estancia en Luján y me iba hasta allá en auto para ver si lo distinguía desde lejos. Era como un groupie. Pero no pude verlo.
¿No apelaste a algún contacto?
¿Y qué le iba a decir si quedaba frente a él? Si le daba mis discos el tipo se iba a cagar de la risa (ríe).
Al menos sos amigo de otros músicos importantes... ¿Cómo vivís el enfrentamiento entre Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, quien critica varias decisiones del gobierno de Fidel Castro?
Es doloroso, se trata de dos amigos. Hace días estuve con Silvio y le pregunté si se podía arreglar todo. Me dijo: El problema lo tiene Pablo. Es complicado porque tienen una visión distinta de la revolución. O no tanto. En realidad, Pablo tiene algunas críticas que hacer y Silvio, que también las tiene, cree que debería manejarse dentro de un cierto ámbito, no decirlo para afuera.
¿Con quién coincidís?
Con Silvio. Esto ha sido motivo de charla en Europa, con amigos como Víctor Manuel, Ana Belén o Aute, que no quiso tomar posición. No se puede ocultar que la revolución tiene errores y quizás destiempos, pero Cuba es el único lugar del mundo que contempla la independencia política y hay que defenderla. Hay que asumir errores, debatirlos, pero tratar de buscar los ámbitos propicios, cuidar el envoltorio general.
El 17 de junio de 1976, cuando Víctor Heredia todavía pertenecía a la juventud comunista, en los inicios de la dictadura militar, un grupo de tareas irrumpió en la casa de Paso del Rey donde vivía su hermana María Cristina, docente. La mujer —que estaba embarazada— fue secuestrada y desaparecida junto a su pareja, ante la mirada de Yamila, la hija de ambos, de dos años. "Al poco tiempo, mi papá murió de dolor", recuerda Heredia, quien debió cuidar de su madre y su sobrina, buscar a sus familiares desaparecidos, y sobrevivir vendiendo flores plásticas, chorizos y libros, o componiendo unos jingles desde el anonimato.
¿Te preguntaste cómo te salvaste?
Bueno... sufrí un intento de secuestro y constantes persecuciones. Pero creo que muchos artistas conocidos nos salvamos por el asesinato de Víctor Jara en Chile. Fue tanto el repudio mundial a ese crimen de la dictadura de Pinochet que acá se prefirió al desaparecido ignoto que al popular. Es siniestro. La muerte de Jara nos salvó la vida. Lo lamento tanto por los otros 30.000...
Alguna vez dijiste que te quedó la culpa de haberle inculcado la militancia a tu hermana. Como si hubieras sido el responsable de un hecho atroz que cometieron otros...
De vez en cuando me asalta la duda. Sobre todo desde que leí en el diario un informe firmado por Albano Harguindeguy. Ahí figuraba mi nombre y los de 500 tipos, 49 de los cuales están desaparecidos. Se les pedía a los servicios que nos investigaran, persiguieran y exterminaran. Pero lo que más me golpeó es que se pedía que se hiciera lo mismo con los familiares. Me dije: No se la agarraron conmigo sino con ellos. Nunca me había puesto a pensar en que yo había tenido relación con aquellos secuestros, en que habían sido mi culpa. Leer eso me mató.
Sentís la culpa del sobreviviente.
Es que me shockeó mucho. En 1973 yo había saludado la militancia de mi hermana en la canción Carta a María Cristina. En esa época yo estaba en la juventud comunista y le explicaba la importancia de mantener un rol social activo. Pero no imaginaba que iba a sufrir una consecuencia tan terrible, perversa. Rompí con el PC en 1978, cuando supe que habían tenido contacto con la junta militar, que habían hecho un listado para blanquear a detenidos desaparecidos. Me pregunté si mi hermana, que no había sido PC, tendría esa oportunidad. Sentí que hacían una discriminación monstruosa.
¿Qué secuela te dejó esta situación?
Una desaparición te deja la sensación de que todo puede desaparecer. Para colmo, los familiares de desaparecidos no cumplimos el rito de enterrar y la desaparición está siempre ahí, dando vueltas. Es de terror. Cuando no sé en dónde está alguno de mis hijos camino por las paredes. Me quedó esa lesión psicológica.
Sin embargo, parecés un tipo bastante entero...
Sí, pero me bajonean ciertas fechas. Y los lugares vacíos, como esta casa. Y los momentos en que recibo un premio. Ahí pienso: la puta, si estuviera mi viejo conmigo... y así me arruino el instante. Todo me da culpa. Me ayuda mucho conversar con un amigo religioso, que fue mano derecha del obispo Jaime De Nevares. Yo soy ateo. Aunque de vez en cuando digo Dios mío, ¿en dónde estarán? Me vuelve loco no saber dónde están mis hijos.
Con una marca tan fuerte, ¿sentís que podés eludir las letras panfletarias?
A veces no pude. Con el paso del tiempo y el crecimiento intelectual, siento que no estoy contento con algunas letras que escribí. Ahora trato de buscar la metáfora, de evitar el golpe bajo. No me gustan el panfleto ni la demagogia. Y en lo político ya no soy esquemático. Hay que provocar aperturas, sociales e individuales, estar con los que quieren un país igualitario, más allá del partido.
¿Qué temas tuyos no te gustan?
En una parte de Qué nos pasó paloma decía: "Que mi paloma quiere ser socialista". Tenía 21 años, estaba en plena ebullición militante. Hoy, por ejemplo, no escribiría lo de mi esperma urgente. Al componer Sobreviviendo no supe decirlo de otra forma. Es una frase que sigue despertando fervor pero que hoy no escribiría.
Se te "acusa" de ser complaciente con tu público repitiendo los hits. ¿Nunca vas a hacer la gran Spinetta?
Una vez quise hacer la gran Spinetta, presentando Taki ongoy; quería tocar sólo temas de ese disco. Después de siete bises, la gente me pedía a los gritos El viejo Matías. Volví al escenario, me paré frente al micrófono y ahí me di cuenta de que mi mente había decidido olvidarla. Aterrado, me acerqué al bajista y le pregunté: ¿Cómo era El viejo Matías? Me contestó: "Es la historia de un tipo que vive en la estación de...". Lo quería matar. "La letra, por favor", le rogué. Y ahí salió.
Terminaste cediendo al deseo ajeno...
Es que es muy difícil negarte a 5.000 personas pidiéndote Aquellos soldaditos de plomo o Razón de vivir y muchos temas que uno ya no sabe si tiene ganas de cantar. Preferiría mostrar algo nuevo. Pero, como dijo Silvio, no te piden que les cantes una determinada canción sino que les repitas fragmentos de sus vidas, que los remontes a otros tiempos. Y hay demasiada crueldad como para que yo agregue otra.
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