Es necesario tomar en cuenta que en una anterior oportunidad, el Premio Nobel Mario Vargas Llosa ya opinó favorablemente sobre la legalización de las drogas y lo hizo en un artículo publicado en El País de España, en el cual básicamente se hacía referencia a la posición de algunos ex mandatarios latinoamericanos que sostienen la posición de estudiar dicha posibilidad.
Abro el debate, espero puedan desarrollarlo a través de los comentarios, a fin de tocar un tema relevante, en tanto estamos a punto de convertirnos en una narco república donde las mafias de traficantes se infiltran en las diversas esferas del Estado, al punto que el Presidente de la República, Alan García Pérez, se ha visto obligado a devolver la suma de U$ 5,000 a un miembro de la familia Sánchez Paredes - vinculada al narcotráfico - quien había aportado dicha suma hace ya casi 5 años, durante la campaña electoral del actual mandatario peruano, para colaborar con la misma.
La posibilidad de corromper desde altos funcionarios hasta modestos empleados públicos es cada vez más latente en varios países de latinoamérica y el narcotráfico tiene la posibilidad de hacerlo, en tanto las posiciones más pacatas y electoreras se escandalizan ante la sola posibilidad de la legalización, sin embargo y como ya notarán, algunos presidentes han tenido que dejar de serlo para manifestar un posición sincera a este respecto.
Creo que una pregunta vital para este análisis sería: ¿creen ustedes que el estado está en condiciones de ganar la guerra al narcotráfico?, se sugiere objetividad y sinceridad.
Drogas e hipocresía
Por lo demás, en el Perú, como ha explicado claramente el penalista José Ugaz en el diario La República, poseer drogas o consumirlas no es un delito. Solo tipifica como tal el tráfico, la comercialización, la venta. O su fabricación, que esa es otra. Pero consumirlas, como dice Ugaz, “carece de relevancia penal”. Así que ya ven. Fumarse un pitillo de marihuana no es un crimen, si no quedó claro.
Ahora, para ser sinceros, lo que me fastidia un tanto en torno a esta discusión es la hipocresía de algunos. De algunos políticos, particularmente. Que se horrorizan con la propuesta de legalizar las drogas, mientras que el narcotráfico crece exponencialmente por todo el país. ¿O no se han enterado todavía que ya somos el primer exportador de cocaína a nivel global? ¿O son incapaces de ver que este gobierno en materia de lucha contra el narcotráfico no ha avanzado ni un milímetro? Por poner un par de ejemplos.
“(Si la marihuana se legaliza) como una droga dulce, pasaremos a legalizar la cocaína como droga dura y finalizaremos con la aprobación de la eliminación de ancianos”, dijo Alan García sobre el tema, hace poco, sin que le tiemble la barriga. Es decir. Como si fumarse un troncho fuese la antesala de una masacre en el asilo Canevaro. Como si proponer la legalización nos condujese inexorablemente a un holocausto geriátrico. O algo así.
Pero claro. La cosa no es como la cuenta Alan. Qué va. Ahí están los ex presidentes Cardoso, de Brasil, Gaviria, de Colombia, y Zedillo, de México, recomendando legalizar ante el fracaso de la guerra contra las drogas, porque este no es un problema policial, sino económico. Ahí está igualmente nuestro Nobel, Mario Vargas Llosa, subrayando precisamente esto último. Que si el problema de la droga es económico, económica tiene que ser la solución. “La legalización traerá a los estados unos enormes recursos, en forma de tributos, que si se emplean en la educación de los jóvenes y la información del público en general sobre los efectos dañinos para la salud que tiene el consumo de estupefacientes puede tener un resultado infinitamente más beneficioso y de más largo alcance que una política represiva, la que, aparte de causar violencias vertiginosas y llenar de inseguridad la vida cotidiana, no ha hecho retroceder un ápice la drogadicción en ninguna sociedad”, escribió en El País.
La criminalidad prospera gracias a que las drogas son proscritas. Si transitamos hacia un mercado legal, los carteles terminarán por evaporarse. Mientras que ello no ocurra, el cáncer del narcotráfico seguirá haciendo su agresiva metástasis. Comprando conciencias. Arreglando procesos judiciales. Prostituyendo a las autoridades políticas y policiales. Ejecutando periodistas y familias enteras. Socavando la democracia. Y así.
Trece años duró la Ley Seca en los Estados Unidos. Cuando Roosevelt la derogó, es verdad, el alcoholismo no se esfumó. No obstante, el crimen violento decreció dos tercios. Y los borrachos continuaron tomando, decía, ya sin esconderse en garitos clandestinos, pero, eso sí, desaparecieron para siempre los Capone y las mafias.
Es verdad también que la legalización lleva aparejada otras amenazas. Empero, como dijo el escritor Tomás Eloy Martínez, “no se trata de alentar el consumo, sino de controlarlo mejor, invirtiendo en campañas efectivas de salud pública”, que podrían financiarse con las gigantescas sumas que hoy se invierten en represión; y, por cierto, con las otras, también enormes, que saldrían de la regulación y el cobro de impuestos sobre las drogas. Digo.
Completamente de acuerdo con lo que señalas, Yuri, y también con la opinión de Pedro Salinas. Creo que es hora de parar el tiempo de los carteles y su enjambre de corrupción.
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