viernes, 11 de noviembre de 2011

Alfonsina y el Mar

Muchos habrán escuchado la canción “Alfonsina y el Mar”, compuesta por los argentinos Ariel Ramírez y Félix Luna, tema con el cual se cumple el póstumo homenaje a quien fuera la poetisa argentina Alfonsina Storni, sin bien nacida en Suiza (1892), vivió en Argentina desde los tres años aproximadamente y formó parte de la corriente poética del modernismo.
Alfonsina fallece en 1938, producto de un cáncer de mama que devino en una mastectomía que le produjo fuertes dolores y una profunda depresión. Fallece en Mar Del Plata anunciando con dos cartas ambiguas dirigidas a su hijo la inevitable partida. Además, deja un poema de despedida que fuera publicado en el diario La Nación de Buenos Aires poco después de su muerte y cuyo texto da origen a la emblemática canción.
Es necesario señalar que – como se habrán dado cuenta – la versión del suicidio poético internándose en el mar, no es otra cosa que un delirio de alguien que todavía cree a pie juntillas en las letras de las canciones, dejando de lado el aspecto metafórico que – casi siempre – contienen. Se suicida arrojándose desde un espigón, según dicen, ya que el hecho mismo del suicidio no ha sido probado del todo. 
La canción fue expuesta -según tengo conocimiento – por primera vez, en el disco de la muy querida Mercedes Sosa “Mujeres Argentinas”, lanzado en 1969. A partir de alli ha sido interpretado en casi todos los idiomas y por un sinnúmero de cantantes, aunque a mi modesto parecer, nadie ha superado o siquiera igualado la versión inicial.
Mención aparte merece la versión – en vivo – de mi hermano Camilo Félix, que en las noches de La Oveja Negra del Cusco consigue llenar de olas el escenario y situarnos a orillas del mar de Alfonsina.
Comparto con ustedes el poema de su despedida y notarán las semejanzas con la letra del tema “Alfonsina y el Mar”.

Voy a dormir (Alfonsina Storni)

Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme puestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera,
una constelación, la que te guste,
todas son buenas; bájala un poquito.

Déjame sola: oyes romper los brotes,
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides. Gracias...

Ah, un encargo,
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido...


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