lunes, 8 de febrero de 2010

Llover sobre mojado

Durante tanto tiempo se esperaron las lluvias hasta que estas aparecieron, y vaya si aparecieron. La tragedia de Cusco (y de parte del sur del país) está basada en la falta de prevención, el populismo, la insensible parsimonia estatal y – valgan verdades – una impredecible furia de la naturaleza que nos recuerda su evidente supremacía.

Cuando me refiero a prevención me refiero al desinterés de las autoridades en desarrollar planes maestros respecto de un crecimiento planificado de las ciudades, pero también a la irresponsabilidad de muchos pobladores que basados en sus carencias, toman posesión de lugares en los cuales el peligro de un deslizamiento (o cualquier fenómeno natural) es absolutamente potencial.
Es allí donde el populismo hace su aparición y se personifica en autoridades municipales que lejos de conducir hacia el crecimiento planificado, regularizan la informalidad para no perder votos en los próximos comicios en los que, obviamente tentarán la reelección. Este último caso no se aplica al Alcalde de Cusco ya que este nunca fue elegido (salvo para Regidor).

Luego, una vez producidas las tragedias, la respuesta de los diferentes estamentos del aparato público, tienen la rapidez de una tortuga cuadrapléjica, en tanto no son capaces, en último caso, de canalizar y repartir la ayuda solidaria de manera adecuada.
Hay que decir necesariamente, que la dimensión del fenómeno climático salió de cualquier cálculo y el mayor ejemplo es que estructuras que por años, cuando no centurias, funcionaron sin mayor inconveniente, con las lluvias del mes de enero de este año, colapsaron ante la atónita mirada de los pobladores.
En tanto no se discuta y elabore un plan maestro de desarrollo de zonas urbanas, se reubique a pobladores que han edificado – sin autorización y sin contar con habilitación urbana alguna – sus viviendas en zonas de alto riesgo y se decida de una vez por todas, la formalización del crecimiento urbano, situaciones como la que estamos atravesando pueden repetirse con cada vez mayor frecuencia.
Tratamiento aparte merece la tragedia en el ámbito rural, donde simplemente lo torrencial de las lluvias humedeció a tal punto los cerros (quebradas, generalmente) socavando las bases de estos, generando derrumbes que a su vez ocasionaron embalses, como el producido en Zurite (provincia de Anta), donde gracias a una adecuada reacción del Alcalde Provincial de Anta así como del Alcalde Distrital, se evacuó a los habitantes de la zona, tanto de las viviendas rurales ubicadas en las comunidades que se encontraban en el curso de un muy posible huayco, así como a toda la población urbana de dicho distrito, de allí que, una vez se produjo este, no se produjeron pérdidas humanas, únicamente materiales.
Sin perjuicio de lo señalado anteriormente, resulta lamentable la cantidad de pérdidas que se produjeron a nivel agrícola, en todas las zonas de desastre, sobre todo en el valle sagrado, donde las pocas zonas de cultivo que aún quedan y que no han sido convertidas en hoteles o lodges, han sido arrasadas por el desborde del río Vilcanota, más aún cuando se trata de agricultores que solicitan préstamos para sus cultivos, los que son (o eran) pagados luego de la cosecha. El daño ocasionado en el llamado Valle Sur (Saylla, Huasao, Tipon, Oropesa, Lucre, Huacarpay) también ha sido devastador.
Sobre el tema de Machu Picchu ya se dijo todo o casi todo, solamente se recomienda a personajes como el Presidente de la República, que no minimice lo aquí ocurrido y sobre todo que no se haga de la vista gorda en eso de enviar ayuda a los damnificados y echar mano de los fondos existentes para desastres, aunque el papel que hizo luego del terremoto de Pisco no lo convierte en el más exitoso respecto del manejo de desastres. Quizás merezca un nuevo post el tema de la discriminación en Aguas Calientes los días de la tragedia y el desorden urbano en una de las zonas con mayor movimiento económico del país.

A modo de corolario, no podemos dejar de mencionar que la naturaleza nos viene advirtiendo, muchas veces de dolorosa forma, que si la especie humana no enmienda su conducta destructiva y arrogante, nos convertiremos en la única especie que gestione su propia destrucción.

1 comentario:

  1. Muy cierto lo que señalas, Yuri. Creo que en momentos como estos nos damos cuenta, de mejor manera, de las deficiencias de nuestra sociedad, tanto en cuanto a a electores como elegidos, pues toda esa falta de previsión se sustenta en esa relación perversa y clientelista.

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