lunes, 20 de septiembre de 2010

La Ternura Inédita de César Calvo

El domingo 15/08/2010, Pedro Escribano – de quien dicho sea de paso guardo los mejores recuerdos junto a Alfredo Pita (Viejos Lobos) – escribió en “La República“ el artículo “César Calvo, regalo de inéditos” a propósito de la reedición de “Pedestal Para Nadie”, libro que obtuvo en 1975 el Premio Nacional de Poesía.
Al parecer el libro contiene algunos adicionales de obligada lectura, como no podía ser de otra manera. La editorial “Mesa Redonda” es la responsable de tan inmenso regalo. Gracias por eso.
César Calvo, ya conocido de este Blog, escribe una carta a su madre el 23/12/1964 y no sé si les pasará a ustedes, pero para mí ha resultado profundamente conmovedora. Luego viene ”Madrigal” escrito en noviembre de 1962.

Carta inédita del poeta
Barranco, 23/12/ 1964.
Queridísima madre: te escribo desde 20 minutos de distancia, desde una larga calle que da al mar, bordeada de árboles, hermosa como tú, y como tú transida de una amarga alegría.
Quiero solamente decirte algo que sabes: gracias. (Lo hago por escrito para no emocionarme demasiado, y porque también he heredado ese tu dulce modo de callar ante lo que se ama verdaderamente, como si un mismo nombre nos cerrara los labios).
Gracias por ser mi madre. Gracias por los hermosos hermanos que me diste. Gracias porque estás viva, y porque puedo verte y tocar tus cabellos, y porque puedo pensar en ti todas las noches, todos los días, y aplacar con tu imagen mis amarguras de hombre. Por ti soy poeta, y por ti vivo. En tu nombre me levanto diariamente, y en tu nombre sufro y soy feliz. Y en tu nombre respiro el aire de esta noche, y contemplo la luna, y que amo la vida, la libertad, el mar, porque tú me lo enseñaste.
No quiero decir más. Nada más sino este beso sobre tu frente, sobre tu vida incomparable.
Te ama eternamente, tu hijo.
–César.

Madrigal
Y de pronto
amanece. Nuevamente
es noviembre
que amanece
en tu piel.
La luz sobre las ruinas
pasa y canta. Yo escribo.
Alto sol de papel.
El sueño que en el musgo
de la noche
resbaló como un pez.
La extenuada costumbre de las olas.
El espejo apagado donde ayer.
Y la luz que nos vuelve,
que nos luz. (sic)
Ada Esther.
Qué clara así tu sombra
bajo un cielo
de miel,
en la clara ventana
donde hace 3 silencios
esta mar navegué.
Es como si no hubiera muerto nadie.
Es como si en la tierra
amaneciera
por la primera vez.
(Nov. 62)

1 comentario:

  1. quién lo diría, yo tan prosaica y tan enamorada de la poesía... mi eterna ambigüedad característica

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