Acabo de leer en un diario nacional, que la actriz Tatiana Astengo escribió en el Facebook una sentida carta respecto de la nueva amenaza de MOVADEF, grupo político vinculado a Sendero Luminoso, sangriento recuerdo de los años 80 y 90.
Hay muchos que escriben o declaran al respecto hoy en día, lo que me parece bien. Sendero fue una agrupación desestabilizadora y cruel, parte del espanto de este nuestro país que nunca ha dejado de ser un neonato.
Le tengo profundo desprecio a quienes quisieron, en base a la “lucha de clases”, destrozar un país que intentaba inquietar sus propias estructuras. Eran los años 80. Época de debates y cuestionamientos políticos, de intolerancia y mucha falta de respeto. Algún dirigente de “Tierra y Libertad” es ahora precursor de ideas democráticas aunque yo lo vi arrojando la violencia entre sus manos y luego ser gobernador del fujimorismo. Está bien, todos tenemos derecho a una segunda oportunidad (¿?). También acuso a cierto sector de la izquierda el no haber deslindado con claridad la solidaridad del terror.
Sin perjuicio de lo dicho antes, la Srta. Tatiana Astengo cree que el terrorismo estalló en el Perú el año 1992, con la bomba en las instalaciones de Frecuencia Latina y en el Jirón Tarata. Lamento comunicar a esta señorita – y a quienes creen como ella – que el dolor ya estaba impregnado en la sierra y la selva de nuestra nación desde mayo de 1980 (¿o antes?), y ese desconocimiento se convirtió en muchos casos, en el caldo de cultivo de la violencia. Algunas personas solo comenzaron a entender que el Perú se desangraba cuando la abominable luz de las explosiones aturdió sus rostros. Antes era guerra de “otros”.
Presumo que a mucha gente no le hará gracia lo que aquí digo, pero es un punto de vista que cada día se pierde más cuando nos llenamos la boca de “reconciliación” y dejamos de ver el “resto” de un país que anda orgulloso de su comida y avergonzado de sus hambrientos.
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